miércoles, 7 de marzo de 2018

Mis mayores heroinas


Esta es la historia de una niña curiosa e inquieta, que decide un buen día saber quién es y de dónde viene. Vive en un tiempo en el que honrar a nuestros mayores, pasa del respeto sin más, porque así te lo dicen, a la admiración y asombro ante su sabiduría. Su madre la mira con ternura y le dice: “Con el paso de los años recordarás muchas de esas frases que te han dicho y que por juventud inocente o por falta de interés no entendiste en su momento”. Entre ellas no hubo más palabras, la madre sacó de la caja secreta de las mariposas un cuaderno azul. Tenía pocas páginas escritas, las suficientes para acercarla a la vida de dos mujeres, reales y que le ayudarían a conocerse a sí misma.
Pensaba serían formas de entender la vida muy distinta, aunque a la vez tan parecidas. Y es que todo despende del cristal con que se mire. Cada una de ellas dignificó a su manera y con los medios que tenía a su alcance, el papel de la mujer, viviendo de la mejor forma la vida que les tocó vivir.
Empecemos por la tía abuela Antonia, una mujer que nació con el siglo XX, soltera por decisión propia, eso decía ella, que dedicó su vida a la costura, a la lectura, hizo sus pinitos en la escritura y por supuesto fue la segunda madre de sus sobrinos y sobrinos nietos.
En su momento las mujeres que no se casaban, cuidaban a toda la familia, padres, hermanos, y así hasta que unos morían y los otros se marchaban de casa. Ella que se fue a vivir con una hermana, 18 años más joven que ella, nunca quiso ser una carga familiar, así que decidió vivir de uno de sus talentos: coser. Mientras tejía la ropa, su cabeza hilaba historias. Una tras otra tomaban forma en su imaginación. Luego llegaba a casa, a veces con el zumbido de las bombas todavía martilleándole el oído, y las pasaba a un cuaderno, con esa letra cursiva propia de quien fue poco a la escuela y se curtió así misma.
En sus conversaciones, con los más pequeños, se mezclaban aventuras y ansía por saber de lo desconocido, todo ello salpicado con el más puro convencionalismo religioso, como marcaba la época.

¿Qué nos dejó? Además de mucho amor y el placer de disfrutarla, su colección de libros y escritos. Tardamos muchos años en apreciar el verdadero valor de lo heredado, aunque todos coincidimos en lo mismo, estábamos ante una mujer de gran coherencia que supo adaptar su libertad y curiosidad a los años que le tocó vivir. Podría haber sido una gran inconformista y su historia habría sido diferente, ella eligió vivir así. Decidió aceptar las reglas sociales aunque manteniendo intacta su libertad para soñar y por eso sabemos que fue feliz.

 La siguiente es Ginesa, mujer de genio y carácter donde las haya. Nacida en 1907, al igual que a Antonia, le tocó vivir guerras y la vida en el campo. Sólo que ella si eligió casarse y ser madre.

Años más tarde y ya siendo bisabuela, se paró en medio del salón y viendo a sus nietas estresadas, con unos niños que no paran de llorar, musitó cual observador externo: “¿Que habéis hecho?, mirad que vidas, ¿es esto lo que de verdad queréis?”. La respuesta no tardó en llegar, las nietas se volvieron airadas, diciendo que era una antigua y que como era posible que les dijera eso, con lo que les había costado llegar hasta allí.

Analizando la imagen no podemos cambiar la historia, aunque si darle una perspectiva diferente. Si alguna de ellas pudiera hablarle seguro le diría: “Abuelita en ese momento no supe entender el alcance de tus palabras, ahora entendemos el mensaje, tu preocupación iba más por cómo nos veías: malas caras, prisas, estrés, que por la forma de vivir la vida”. Pensabas que la mujer sacrificaba mucho con su incorporación al trabajo, y que asumir doble tarea: doméstica y laboral, era demasiado. Tenías razón lo es, aunque fue necesario asumir los riegos que suponía salir de nuestra zona de confort. Vivíamos felices a nuestra manera, y con el paso de los años hemos sido más conscientes de todos los cambios que necesitábamos hacer. Seguro que si vuelves serías una de las nuestras.

Tras unas páginas en blanco y casi llegando al final del cuaderno se encontró con estas letras:

Ahora y siempre ¡vive!, no importan las circunstancias que te hayan tocado. Si miras para atrás, verás que ellas ya lo hicieron y que a modo de pequeños colibríes aportaron la semilla de lo que hoy eres tú. Es el mejor ejemplo que te puedo poner. Por ellas que ya fueron y por las que serán: ¡Vive!