jueves, 16 de agosto de 2018

Fuera barreras

El soldadito de plomo esta es la historia que me ocupa hoy, el relato de alguien que pese a su discapacidad no cejó en su empeño de volver a ver a quien más quería. Ella una bailarina, perfectamente colocada,  de piernas rígidas y poco flexible en su cuerpo y en su corazón. Vale, ya he dado mi opinión en el primer párrafo, ¿y ahora que? Pues nada sigo con el cuento porque esa es sólo una de las conclusiones a las que podemos llegar. Si lo leemos con atención hay muchas más dispuestas a dejarse desgranar a medida que avanzamos en la trama.
En las primeras líneas, nuestro protagonista, que se sabía diferente a los demás, se fija en ella, una chica fina y delicada a la que parece faltarle una pierna, como a él. Desde su perspectiva no alcanzaba a verla completa, a él le pareció que era perfecta y por eso la miraba. Su persistencia atrajo la curiosidad del duende negro que le ordenó dejar de mirarla.
Esto me recuerda la de veces que he oído:  "Eso no es para ti, tu sigue así que verás que desengaño te vas a llevar". ¿Cómo que no? ¿Quién marca lo posible y lo imposible? Esto era muy propio de las familias, naciste pobre, pobre has de morir, que poder tan grande tienen las palabras y cómo marcan los destinos.
Frases de este tipo sentencian nuestra vida, traen consigo los miedos que tienen un gran arraigo en nosotros. Aunque de forma consciente no lo aceptemos termina sucediendo lo que nos dicen, las palabras se convierten en realidades. Algo así le pasó a nuestro protagonista, probablemente las palabras del duende le hicieron mella y la casualidad hizo todo lo demás, el soldado cayó por la ventana, justo dónde nadie podía verlo. Su fuerte sentido del deber hizo el resto, no pudo gritar, no en vano llevaba un uniforme. Y así un montón de aventuras sin fin que le acontecieron, porque era lo que debía ser.
Aunque el tenía una receta mágica y es que creía en si mismo y tenía un objetivo: volver a ver a su amada. No importaba el cómo ni cuando, sólo el fin. Y es que cuando algo de verdad nos importa desaparecen las barreras, da igual la altura de los obstáculos porque encontraremos la manera de saltarlos, y sino los rodearemos, aquí me incluyo yo que hace bien poco he subido montañas, jajajaja aunque esa es otra historia que contaré más adelante.