lunes, 14 de agosto de 2017

¿ Dónde van nuestros recuerdos no recordados?


Me encanta asociar los recuerdos con colores, visualizar las imágenes y darles color según aquello que me evoquen, verdes intensos para los veranos pasados en Galicia, verde hierba para las vivencias en la aldea, amarillos y dorados para las largas tardes de julio en Cartagena, grises y blancos para los Levantes, ocres y marrones para las tardes de otoño que a mí me huelen a castañas asadas, aunque cada vez se vean menos. Los naranjas para las puestas de sol junto al Mar Menor, y las tardes de invierno en mi comedor, azules para mis baños en el Mediterráneo y para los amaneceres de invierno, lilas y malvas para la Semana Santa y rojos para la Navidad.
SI tuviera que resumir mis vivencias en dos colores elegiría el blanco para todo aquello que identifico como alegre y me llena de vitalidad y el negro para aquellas situaciones que me son inciertas.
Llegado a este punto me digo:¿Qué sucede con aquellos recuerdos que negamos?  ¿Con aquellas vivencias que por dolorosas o porque nos avergüenzan desterramos? ¿Dónde van? ¿Qué color elegimos para evocarlas?

Y me doy cuenta que hay determinados hechos que he decidido borrar, si hago un esfuerzo los vislumbro entre brumas y grises, casi no acierto a ver las caras de aquellos que los protagonizaron los he desdibujado casi a propósito para que no me duelan. Para mi sorpresa compruebo que si escarbo un poquito salen a la luz y vuelven deformes y adquiriendo proporciones desmesuradas.
Percibo que son aquellas cosas a las que no he querido mirar de frente, aquellas por las que simplemente he decidido pasar página, esconderlas bajo la alfombra o silenciarlas para que no pesaran. Descubro además que se convierten en una materia que alimenta la oscuridad y los abismos, convirtiéndose en un miedo limitante. Si me paro a pensar en aquello que me detiene, nunca veo animales gigantes, ni cadenas opresivas, muchas veces son manchas grises que se ciernen sobre el horizonte impidiéndome avanzar u obligándome a dar un rodeo.

Y es en este punto, en el que me paro y decido sin hacerme sangre, de veras no se trata de eso, visualizar ese recuerdo y no negarlo: estuvo, existió, tiene nombre y lo viví como supe en ese momento, no quiero negarlo, porque me ha llevado a ser la persona que soy hoy. Quiero darle su lugar y espacio en mi vida, porque el simple hecho de ser se convierte en una asignatura y no quiero dejar pendientes para septiembre.

Tras leer la novela Todo esto te daré de Dolores Redondo, me quedé enganchada en la parte en la explicaba "Lo entregado al no",  en la que hace referencia a una leyenda de la mitología vasca en la que se dice que todo aquello que negamos y es real se convierte en una sustancia gris que alimenta al mal. De esta manera cada vez que negamos un suceso, ya sea bueno o como mecanismo de defensa, lo entregamos al universo que entiende no somos merecedores de ello y nos lo retira.

Desde ese momento una avalancha de recuerdos me ha sobrevenido, intento controlarlos para que lleguen de uno en uno, y voy diciéndome: si amé y fui amada, juzgué, mentí, no me permití llorar,  me gusta ver determinados programas y soy capaz de hacer lecturas muy dispares, me gusta cambiar mi estilo al vestir y sobre todo: "Si he tenido pasado".

Hace poco me decía un conocido que cuando el tuviera hijos les contaría aquellas cosas que había hecho para que ellos supieran que su padre es una persona de carne y hueso y que ha vivido hasta convertirse en lo que es. Siguiendo su consejo, un día le dije a mi hija mayor, que yo había sido la reina de la pista y que había salido mucho.... La respuesta la tuve hace unos días en los que le envié un WhatsApp, ya entrada la madrugada, en la que le preguntaba que hacía:

Y estáis allí los jóvenes?- le pregunté yo

Sii. Con música pasándonoslo bnn- me contestó ella

Por favor cuidado con coches y bebida - le requerí yo

Como tu eras la reina de la pista nosotras también- me contestó ella.

Y así me quedé yo sentada en la cama intentando recordar sin mucho esfuerzo esas noches en las que de verdad me sentía la reina de la pista, en las que bailaba sin parar y me encantaba chapurrear las canciones inventadas en inglés.

Entonces me vino la canción de Joaquín Sabina a la cabeza, Y nos dieron las diez, sólo que a mí me dieron la una, las dos, las tres y... convirtiendo esa materia sin forma en noches de verano, en noches de Private y El Palio y en mil y una aventuras vividas.

Surgieron caras del olvido, a las que agradecía haber estado ahí en ese tiempo y me prometí que no volvería a jugar al jueguecito: y ahora hacemos que esto no ha pasado, porque si pasó y fue real.



lunes, 7 de agosto de 2017

Agrupaciones y círculos








¿Cómo nos agrupamos? Esta pregunta la llevo durante años como una constante, vas creciendo y te vas dando diversas respuestas, hasta que un día tus propias hijas te preguntan, ¿Mamá, que hacemos aquí, porque estoy en esta familia?

A mí me gusta contestarles que ellas desde el limbo nos eligieron, que tenían un sitio privilegiado y dijeron con estos padres, hermanos, tíos, primos quiero vivir.

Cuando doy esta respuesta, lógicamente me la vuelvo a hacer yo misma. Y casi que estoy convencida de que así es, elegimos la familia en la que queremos estar así como los aprendizajes que haremos todos juntos. Aceptamos aunque los olvidemos la nacer todas las vivencias de nuestros ancestros y les reconocemos su mérito de haber vivido como sabían, anclamos nuestras raíces y con eso iniciamos una nueva historia, personal y única, en la familia.

Además de los lazos de sangre, vamos tejiendo a nuestro alrededor vínculos con otras personas a las que parece que conocemos de toda la vida y es que es posible que así sea, que hayamos coincidido en muchas otras historias y que nos alegremos al reencontrarnos.

El viernes pasado se produjo la última de estas coincidencias, hablando con una amiga reciente, aunque parece que de toda la vida, tras muchas conversaciones idas i venidas, resulta que hace muchos años había conocido a su hermana pequeña, con la que tengo en común dos hijas de edad parecida, de una forma o de otra estaba previsto que nos encontráramos, si en esa época no era el momento, no pasa nada ha sido 15 años después, el caso es que es y que ha sucedido cuando tenía que ser.

Agradecida por lo tanto a todo mi linaje, por lo aprendido y superado y feliz con todo el círculo de amigos que orbita a mi alrededor y del que yo también formo parte a la inversa. La vida se convierte así en un continuo aprendizaje donde todos somos maestros y alumnos.

¡Viva vivir!

jueves, 3 de agosto de 2017

Trenzando la vida

Ayer mientras  las niñas se hacían trenzas, me fije en sus caras al tiempo que veía como movían sus dedos con destreza, con una mano firme sostenían todo el pelo, con la otra cogía un mechón, lo volvían a poner y así hasta  que terminaron el peinado. Al verla le hice una foto pensando de que manera íbamos tomando decisiones y trenzando nuestra vida.
Como esta trenza todos al nacer tenemos unas raíces, que marcan el inicio. Nos vamos alimentando de distintas fuentes, al igual que lo va haciendo este recogido hasta llegar a consolidar un tronco que podría compararse con nuestra edad adulta. A partir de ese momento y con una base solida continúa la cadena de pelo hasta llegar al final, de la misma forma que nuestra vida sigue esa concatenación de sucesos, acontecimientos y experiencias hasta terminar.


martes, 1 de agosto de 2017

La receta de cada uno



El otro día mientras cocinaba con mi sobrina Laura hablábamos de cómo su madre, mi hermana, la abuela Mary, mi madre  y yo preparábamos la ternera. Aunque su madre y yo hemos tenido la misma fuente, una vez copiada la receta, cada una la hemos ido adaptando según nuestro tiempo, y toque personal.
Esta conversación me llevo a la siguiente reflexión, la vida y nuestras elecciones pueden compararse a los platos de cocina y sus ingredientes. Todos disponemos de una materia prima parecida, el cómo la cocinamos depende de cada uno. Muy hecha, cruda, al punto de sal, picante, dulce.... hay muchas opciones para conseguir el plato perfecto.
Sin entrar en juicios, me detengo de nuevo en este punto y es que....
Nos acostumbramos a preparar la comida de una manera y lo hacemos de forma automática, casi sin preguntarnos el porqué, y un día tras otro, plato tras plato vamos haciendo siempre lo mismo. Hasta que un día abrimos el armario y nos falta uno de estos componentes, hasta hoy no le reconocíamos su papel y ahora sin el no sabemos seguir.
En este punto somos conscientes y o nos entra el pánico, que puede transformarse en bloqueo, o abrimos la puerta a lo nuevo.
Mi opinión es que estamos ante la oportunidad perfecta para pensar cómo podemos continuar. Hacer cambios no significa desterrar todo lo antiguo, implica explorar otras vías, convertirnos en personas con recursos ante los distintos caminos que se abren.
De la misma forma pasa en la cocina, puedes sólo "cocer o enriquecer", es una elección personal.
En la foto os dejo mi propuesta de guiso de ternera, a los ingredientes se le añade el humor con el que lo preparo y os aseguro de que una vez a otra se nota la diferencia. ¿Gustas?

PD. Si quieres enviarme tu receta acepto sugerencias