domingo, 31 de marzo de 2019

Un día como hoy


Empezaba el día hoy con una cita de Alicia en el País de las Maravillas, al leerlo me he planteado: ¿la búsqueda de la felicidad nos lleva a la locura? ¿estamos todos locos? ¿necesitamos estar locos para alcanzar ese estado tan ansiado? Hoy acaba el mes de marzo, coincide con el fin del trimestre y parece que también se termina un ciclo. Una etapa en la que durante diez años mi mundo laboral y familiar se han entrelazado hasta llevarme a una espiral de la que me está resultando muy difícil salir. 
Y de repente te levantas un día, y pareces interesarle a todo el mundo. Por fin eso que tanto habías ansiado, por lo que tanto habías trabajado, convencida de que es algo muy bueno, se convierte en una realidad. Y no estás preparada para ello, no sabes cómo gestionar convertirte en el centro y no sabes cómo afrontar ese repentino interés.
Mente y cuerpo responden con alertas ante las noticias que te van llegando, lo vives como una intrusión a tu espacio y te enfadas.

¿Cómo os atrevéis a profanar mi templo sagrado? ¿Qué se habrán creído? Ja, a mí me van a venir ahora a explicarme cómo hacer las cosas, te dice tu mente orgullosa.

Después de tanto tiempo en el que estás convencido que nadie te entenderá, un pequeño rayo de luz se abre ante ti y claro acostumbrado  a vivir en las sombras te ciega, respondes con brusquedad, es la reacción natural y casi inevitable del animal herido. El día a día te han hecho sobrevivir y aunque las palabras de esperanza están ahí, las confundes con un ataque, y respondes con recelo. 

Así pasan los primeros minutos, horas, un día y es aquí donde entra en juego esa parte personal, que todos tenemos, y que olvidamos con el paso de los años, y que te lleva a recapacitar en esa bonita frase que tanto me gusta y es que cada uno llevamos nuestros zapatos. Esta máxima me viene como anillo al dedo, porque de pies, zapatos y suelas entiendo, que vamos a hacer forma parte de mi herencia maravillosa. 
También ilustra mi mente la reflexión sobre el reloj de arena, en la que da igual cuanto lo agites porque cada grano cae a su tiempo, ni antes ni después.
En este punto me paro y respiro hondo, si soy consciente de todo esto y de alguna forma lo estoy reflexionando desde varios puntos de vista...…. A lo mejor, caigo en la cuenta, es que ha llegado el momento del cambio, el momento de aceptar el merecimiento, comprendiendo que cada uno muestra lo que tiene desde su entendimiento y que es tan válido como el mío.
Aunque no me venga de la forma que lo esperaba no pasa nada, esta bien, de igual manera que yo doy como sé.

Y me digo a mi misma que voy a empezar a disfrutarlo, aunque también se que será a mi manera, a unos les gustará, otros verán el cambio sin gustarle y la gran mayoría permanecerá impasible ajena a este torbellino interior que hoy estoy viviendo. De cualquiera de las formas sé que de esto no saldré siendo la misma, porque en palabras en Murakami de eso se trata esta tormenta.

Retomando la cita con la que iniciaba esta entrada me planteo la forma en que sobrevaloramos la felicidad y el estar bien, convirtiéndolo en una carrera desenfrenada en la que repetimos no tengo tiempo, no tengo tiempo, y claro tanto lo decimos que se convierte en una realidad, para llegar a ¿dónde? pues no lo sé, esa respuesta afortunadamente no la tengo, me quedan muchas montañas que subir y bajar, y si ahora estoy en la cumbre pues tocará disfrutar este ochomil con vistas al mar.




domingo, 24 de marzo de 2019

Arte, recuerdo y vivencias

Cartagena amanecía ayer bajo una inmensa nube gris que vaciaba su contenido en forma de fina lluvia. La tierra y todos los que sobre ella habitamos lo agradecimos, pues llevábamos mucho tiempo sin recibir su visita. Pensé en los arbolitos y todas aquellas nuevas plantas que estaban viendo la luz en esta recién estrenada primavera y me alegré por ellas, de alguna forma con agua es cómo recibimos en muchas culturas a nuestros recién llegados, todo apunta a un buen comienzo de la estación. En este punto diré que para muchos de nosotros, los del sur, ver llover es sinónimo de parar porque igual que estamos acostumbrados a los rayos del astro rey, el agua nos gusta en forma de mar. Aprovecho también este momento para poner mi corazón y mi pensamiento en mi familia gallega ellos si pueden contarnos eso de la lluvia como se lleva.
Prosigo que no es una entrada dedicada a la lluvia lo que tenía planeado para esta semana. 
Como plan de sábado le había prometido a una de mis hijas llevarla a hacer unas compras, a cambio de que ella me acompañara a la visita guiada que Belén Orta (BON), artista cartagenera, iba a realizar para presentarnos su último proyecto,  ya con vida propia, en el Palacio Consistorial de la Trimilenaria. 
El título prometía Tensiones en los Estereotipos: roles tradicionales. Apoyada por el Ayuntamiento de Cartagena y la Concejalía de Igualdad esta experiencia es parte de la intensa campaña sensibilización que se está realizando para conocer el rol de la mujer en diferentes especialidades.
En este caso y puesto en boca de la artista y creadora de Cartagena, su objetivo era abordar el papel de la mujer en el arte desde una nueva perspectiva. Para ello ha escogido obras sobradamente conocidas por  el público general y que están creadas por hombres, con su perspectiva masculina y las ha visto desde su óptica de mujer, mostrando una realidad diferente: la suya propia.
Arrancamos el circuito en El Venus de la Concha, símbolo de lo nuevo que está naciendo y se abre paso, en ella la escultora nos abrió su corazón contándonos porque utiliza páginas de libros forrando la misma. Casi sin querer, y mientras la escuchaba, me transporte a mi infancia y recordé a mi titica Antonia, una mujer amante de la literatura, pese a las circunstancias, y que me inculcó ese amor por las letras ya que decía que podía ver la chispa encendida sobre mi tras la lectura de un buen libro.
Me dejé llevar y volví a esos veranos en los que escribía cuentos con mi vecina Mamen. Yo escribía y ella ponía las ilustraciones. Así fue hasta la adolescencia, en la que cerré esta ventana para dar paso a otras vivencias y senderos.
En este punto estaba cuando llegamos a La Creación, en ella Belén ha recreado el cuerpo de una mujer con el vientre un tanto abultado, y esto me devolvió a ese camino elegido y que tantas alegrías me da: la maternidad.
Continuo mi recuerdo de la exposición con la foto que aparece al comienzo de esta entrada La Pensadora, una visión femenina del archi conocido Pensador de Rodin. La he elegido porque me encantó la figura original y me gusta esta nueva visión y porque al igual que el resto de la colección incorpora un elemento que ha sido centro de mi vida desde que tengo conocimiento: los libros.
La red comenzaba a tomar forma en mi cabeza, la lluvia, nuevas visiones, ver caras conocidas de ayer y hoy, mi Rosica, durante la visita y.....  faltaba "la frase", el lema con el que Belén definió  este encuentro con el arte " Yo no soy la musa, soy la artista". En el momento que la escuché sabía que había calado hondo, y es que a cada uno las obras de arte nos hablan de una forma distinta.
Pensé en este blog y en los pequeños momentos semanales que dedico a darle forma hasta que el domingo busco ese espacio para mí y me pongo a manos a la obra. Concluí que me gustaba escribir sobre mi forma de ver la vida y que en este caso yo soy mi musa y mi propia artista.
Así es como pasamos por este camino, siendo protagonistas y a la vez creadores de las situaciones y de nuestras vivencias.
Nuestro cuerpo nos viene dado como un molde, en el que el ADN juega su papel estelar, aunque es cierto que nosotros luego decidimos como esculpir la materia: músculos, un michelín aquí o allá, cambiamos el color de pelo, su forma y tamaño; y de la misma forma que cambiamos el físico también podemos cultivar nuestra mente decidiendo que tipo de pensamientos albergar en ella. Llevando la metáfora al mundo de las flores, y porque estamos en primavera, diremos que esta es una especie híbrida y ornamental de alegres colores obtenida de una especie silvestre la Viola tricolor hortensis. Al igual que conseguimos estas variedades podemos elegir la forma en que enfocamos la vida y nuestro pasear por ella.
¡Feliz semana!


domingo, 17 de marzo de 2019

Comprometida

En un mundo contextualizado en catálogos y objetivos, la sociedad no iba a ser menos y por ello organiza a sus componentes en distintas categorías de individuos.
Al igual que en otras sociedades animales cada uno tenemos nuestra función y misión y si alguien decide nadar contracorriente, ¡bang! saltan las alarmas. Lo etiquetamos todo hasta las conductas y estamos siempre tan ocupados estableciendo rankings, que se nos escapa lo más importante, olvidamos para que estamos aquí. 
En esta tesitura me encontraba cuando surgió la oportunidad de un viaje, me enteré por Magda, una amiga, nos fuimos juntas y de la mano de Susana Ortega de Viajes Sagrados, una perfecta hada guía, que nos condujo a través de los cuatro puntos cardinales de la Isla Esmeralda, contándonos sus historias, mitos y tradiciones más ancestrales.
Una de las visitas fue a casa de John, de profesión bardo, para los que os resulte desconocido este nombre diremos que es un juglar, poeta, conocedor de costumbres y del entorno natural en pleno siglo XXI.
Allí además de una merienda estupenda y escuchar a Claire, su mujer, tocar el arpa, tuve la oportunidad de recorrer mi primer laberinto de forma consciente. Se trata de un pequeño recinto de arboles dispuestos de manera que su recorrido no sólo sea un disfrute para los sentidos sino que cada paso y esquina que doblábamos nos hacía adentrarnos más en nosotros mismos.
Justo antes de comenzar el paseo el bardo nos habló del sentimiento de culpabilidad que muchas mujeres madres sentimos cuando nos damos cuenta que estamos libres y felices haciendo algo para nosotras mismas. Continuó hablando mucho más aunque mi cabeza se paró allí en ese instante, recordándome todo lo que había quedado atrás, los sueños, las expectativas pasaron como en una película a doble revolución por mi mente, para venir a detenerse en el momento actual.
Recorrí los estrechos tramos con paso firme, si en algún momento titubeé se encargaron de animarme a seguir, y mientras lo hacia decidí que no volvería a serme infiel haciendo cosas que no me apetecen por el simple hecho de quedar bien.
Que en la medida de lo posible recuperaría mi voz propia e interna, afónica de tantas veces silenciada, porque si se trata de hacer felices a los demás, no lo puede hacer quien no lo es.
Soy una mujer y madre, he amamantado a mis hijas cuando lo han necesitado y ahora procuro su cuidado en otros aspectos de la vida, ya no soy su ama de cría. Metafóricamente podría decir que ya nadie necesita que genere alimento físico, porque hacer las cosas cuando no corresponden hacen que la leche se agrie y dañe más que sane.
Y es que cuando tantas veces has mandado callar a tu voz, es fácil que vuelva a perderse, así que tienes que practicar mucho para conseguir que resurja firme de las profundidades del océano.
Es por ello que he recuperado esta foto en la que de alguna manera daba fe de ese testigo y aprendizaje que acababa de recibir, porque ahora en horas de reposo me repito a mi misma recuerda quien eres y que deseas hacer.
Y ese es mi único pacto válido, porque de verás que soy una convencida que mi compromiso hacia los demás empieza por mi fidelidad a mi misma, a mi ser, a mi emoción y a mi camino.
Si algo puedo legarle a ellas que no sean cargas y culpas que no les corresponden, que sean aprendizajes y buenas experiencias para decidir hacia dónde quieren ir.
Y mientras, escribo esto, hoy me veo descansando en mi sofá, viendo películas y recuperándome que han sido unos días muy moviditos.

domingo, 10 de marzo de 2019

Alli donde nace la igualdad


Esta es la historia de un árbol grande y frondoso, ya desde semilla tuvo la gran suerte que el hermano viento lo dejará caer sobre un fértil terreno. Allí madre tierra le proporcionó un lugar donde alojarse y echar raíces. La lluvia y el sol hicieron su trabajo para que tuviera suficiente alimento y así poder crecer. Estaba llamado a ser el gran jefe por su tamaño. 
En esto se encontraba cuando se acercaron a él un grupo de pequeños que buscaban un lugar cómodo dónde sentarse a merendar, eligieron este sitio por la sombra que los cobijaba así como por el alegre colorido que tenía a su alrededor. El árbol escuchó esta parte y pensó: ¿a qué se refieren estos chicos? Hasta donde yo me conozco soy verde, marrón y proyecto un perfil negro y estilizado. En ese momento decidió mirar hacia abajo y descubrió que a su alrededor había un sinfín de pequeños arbolillos de diferentes tonalidades y formas: amarillos, rojos, violetas. Tenían una base que a simple vista parecía frágil, aunque parloteaban sin cesar todos ellos felices porque se aproximaba el buen tiempo y la luz los acompañaría. Esperó a quedarse a solas con estos seres que crecían en gran cantidad a su alrededor, a su vez volátiles, y al mismo tiempo decididos a seguir hacia adelante en su expansión.
Hola- tronó la voz del árbol, mientras dejaba caer algunas de sus hojas y bajaba las ramas a la espera de una respuesta.
Las flores pararon de hablar y miraron hacia arriba, unas con sorpresa, otras con temor, sólo se atrevió a replicar una de ellas.
Hola árbol, que bien que nos saludas. Hace mucho tiempo que te rondamos y hoy nos has visto. Y eso que no somos invisibles, pues ya ves cómo inundamos los prados, somos cientos de miles, las que cada año nacemos, formamos parte de este lugar al igual que tú y otros árboles.- dijo la lavanda con tono sereno.

¿Cómo es que no os he visto antes? – el tono del árbol seguía denotando perplejidad.  
Quizá porque siempre has mirado en una dirección.- respondió una campanilla que de puro nervio se agitaba como si un huracán la estuviera persiguiendo.
El árbol se quedó pensativo un rato y seguía sin salir de su asombro. Entonces, prosiguió, igual que sois arriba también estaréis bajo tierra.
Claro- se atrevió a decir una amapola, tenemos raíces al igual que tú y necesitamos del agua y el sol para crecer. Sólo que en una proporción diferente.
La charla entre ellos continuó, las flores también le preguntaron al árbol cómo podía aguantar tanto peso cada día, él les respondió que porque era fuerte y que su estructura estaba preparada para ello. Ellas le contaron que recibían la visita de las abejas que eran las encargadas de transportar sus semillas, y al oír esto al árbol le vino a su centenaria memoria un recuerdo.
Un momento, cortó la conversación ¿me estáis diciendo que todos venimos del mismo lugar? Que nuestro origen es un pequeño fruto y que dependiendo de las circunstancias nacemos y nos criamos de forma diferente.
Así es- respondieron al unísono las flores.
Y ese fue el momento en el que el árbol sintió que daba igual el tamaño, la clase y el color, que a veces es cuestión de azar dónde uno cae, de la misma forma que hombres y mujeres provenimos del mismo sitio. Es al crecer dónde comienzan las diferencias. Estas pueden convertirse en un obstáculo insalvable o aprender a tomar partido de ellas y crecer apoyándonos unos a otros. Es en las diferentes perspectivas con las que observamos las cuestiones, debido a causas biológicas al principio y culturales más tarde, dónde tenemos la riqueza para la construcción de un mundo mejor. 
Contribuyamos a ello devolviendo la dignidad a cada ser humano sin importar género o raza.

domingo, 3 de marzo de 2019

¡Que Viva y vive el Carnaval!



 En estos días nos encontramos de pleno celebrando el Carnaval, nos queremos saciar de fiesta, hasta no poder más, en previsión a la época que nos viene después: la Cuaresma. 
Aunque lo que hoy llama mi atención es uno de los elementos que más se usan en estos disfraces, las máscaras. Piezas, estas, con las que cubrimos nuestras caras para evitar ser descubiertos, y que más allá del uso que se le da en estas fiestas, otros conocidos personajes también las han incorporado a sus atuendos para no ser reconocidos, el más legendario de todos ellos El Zorro.
Si ahondamos un poco más podemos hasta encontrar máscaras invisibles que recubren el alma y no nos permiten saber ante quien estamos debido a ese impenetrable bloque que une nuestro verdadero ser con el exterior.
Algo así es lo que cuenta el conocido libro El Caballero de la Armadura Oxidada, Robert Fisher, en el que un señor de las guerras un buen día se colocó su armadura y esta se quedó de tal manera acomodada en su cuerpo que se oxidó y tuvo que iniciar un importante viaje hasta poder quitársela por completo.
Cuando era jovencita asistí a un taller de creación de máscaras, las hacíamos con vendas de yeso de escayola, primero cubríamos el rostro con crema hidratante Nivea, recuerdo su agradable olor que nos transportaba a un campo en primavera. Ahora pienso además de hidratarnos nos hacia olvidar el agobiante momento que se iniciaba después. Y es que entonces comenzaban a colocarte las vendas sobre el rostro, así varias capas hasta tener un molde consistente de tu rostro.
El tiempo ese lo pasabas primero sintiendo las frías tiras y poco a poco iba llegando la oscuridad y tu respiración se intensificaba hasta acostumbrarse a ese nuevo medio.
Algo así nos pasa con las máscaras internas, en un momento determinado y yo diría que inconsciente percibimos que nos va bien cubriendo nuestra vida con un agradable olor. Podemos tapar aquellas cositas que no nos gustan de nosotros, y así capa a capa vamos forjando esa imagen nuestra que queremos transmitir, porque le gustamos a los demás.
La cuestión es que al igual que el yeso se seca y crea una estructura sólida, casi impenetrable y muy útil en el caso de curación de los huesos rotos, esa máscara que construimos sobre aquellas emociones que nos gustan también se compacta y se convierte en un muro infranqueable. Como resultado puede que un día nos despertemos sin saber casi ni quien somos y comienza entonces un largo proceso de demolición. Al igual que los sanitarios rompen con cuidado las escayolas, también debemos cuidar cómo abrimos ese bloque construido de forma artificial, no olvidemos que tras ella siempre se encuentra un alma, una esencia humana.
Y además es tan cómodo vivir dentro del edificio, tan calentito, que salir a la calle nos da hasta vértigo. En ese momento las gafas de sol se convierten muchas veces en nuestros aliados, cuidado si nos miran los ojos pueden leernos. Ya se, muchos tenéis los ojos claros y las necesitáis, antes de juzgarme ser benevolentes es una comparación y yo también las uso y tengo los ojos color avellana oscuro sin quitar la piel (mejor que marrones de toda la vida).
Aunque ¡bravo! por quien da ese primer paso, empezar a caminar es eso, primero uno y luego otro hasta que conseguimos avanzar.
Y es así como desgajamos la formación rocosa para permitir que el agua penetre y vaya limpiando cada resquicio, y que con sus mareas y movimiento vaya arrastrando tras de sí todo lo que ya no queremos para ser diluido en el océano lejos de nosotros, dando paso a un mar nuevo que quiere explorar todo lo que ante si se ofrece.
Y al mismo tiempo que ese proceso sucede, mientras tanto, vivimos en este planeta y dimensión, así que oye abre tus ojos y disfruta las cosas buenas que tiene la vida.
Feliz carnaval y ponte la máscara que te apetezca aunque no olvides luego quitártela y hasta el año que viene o cambia la perspectiva y desenmascara a esa persona que eres sin necesidad de cobertura, porque nos gustas así y mucho.