domingo, 22 de diciembre de 2019

Escogiendo el bastón de mando

La tortuga representa un animal sabio,
 que acumula cientos de experiencias 
bajo su caparazón y que avanza lenta aunque segura,
sorteando las barreras que encuentra a su paso.
Esto no es un modelo nuevo, tampoco pretendo romper el mercado, sólo darle un giro al blog que me acompaña desde 2017. Porque tras estos 800 días, más o menos, han sucedido infinidad de acontecimientos, conversaciones, roces, caricias, besos, abrazos, sueños, viajes, todo ellos con un denominador común, han sido compartidos. Entremedias, como el que despierta de un largo letargo, también ha habido ratitos conmigo misma, en silencio y con conciencia.
Así que para 2020, me propongo un nuevo reto, nada más desafiante como proponerte algo a ti misma, porque sino lo cumplo, una vocecita sobre mi hombro me lo recordará.
Imagino un horizonte, colorido y sin meta, que invita a ser recorrido, convirtiendo cada paso que doy en una historia a crear, en la que poder profundizar y que no se quedé en pinceladas sueltas. 
Voy a imaginar cada entrada del blog como una pieza de patchwork, para ello me voy a ayudar de mi gran memoria, ejercitada durante este tiempo, que hace asociaciones de formar rápida. 
Hasta ahora iba eligiendo los temas en función de mis experiencias y en este nuevo año intentaré cada domingo contar que me ha pasado esa semana y que me ha hecho dar un giro a cómo entendía una situación, o como se ha desmontando una creencia.
Porque de eso trata este nuevo hito que he marcado en mi vida, deconstruir las limitaciones que de forma consciente o inconsciente me he impuesto. Esta es la forma en que he decidido convertirme en creadora de mis experiencias no en modo espectadora. Tras largos años de estudio es el momento de empezar a practicar lo aprendido.

Ayudándome de herramientas

Como buena directora de orquesta, voy a empezar por hacerme con una varita, que en forma de batuta orquestará los movimientos. ¿Qué puede ser? Se trata de algo que apoye mis movimientos con decisión, dándole forma a todo ese conocimiento adquirido y almacenado. Es como dar acceso a la gran biblioteca de mi vida, en la que los tomos almacenados están deseando ser desempolvados y están esperando a que con el plumero limpies una a una las estanterías.
Voy empezando a visualizar una característica común, un instrumento alargado que tanto magos, como directores de orquesta, limpiadores, alpinistas, recolectores de olivas y manzanas... también escritores con los lápices, usan para apoyarse en su caminar. En definitiva un bastón de mando que a modo de muleta te acompaña en el avance. Mary Poppins usaba su paraguas y las mejores brujitas su escoba.
Lanzo esta pregunta al aire... a la espera de que me llegue la respuesta, intuyo que esta bien puede ser: usa en cada momento aquello que necesitas para la misión que emprendes.
Por cierto si lees esta entrada hasta el final ¿Cuál es tu recurso/bastón que usas para avanzar?
 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Luces y acción

….. Empezaba a escribir esta entrada a finales de octubre de 2019

Lagrimas de primera y lagrimas de segunda, cómo los actores, da igual que cosas te sucedan en la vida, no tienen que ser grandes dramas, ni catástrofes, cada uno reaccionamos como podemos antes los diferentes hechos de la vida, y hay veces que como los días de lluvia, uno simplemente tiene ganas de descargar, y abre el grifo.
Y al igual que reacciono ante gigantes, intentando una y otra vez que las personas entiendan que me está pasando, y no hay manera, decido cambiar de táctica. Y entonces pasa que esta vez voy muy magullada, no porque el golpe haya sido el más fuerte, solo que esta vez me ha dolido mucho.
La consecuencia no se ha hecho esperar y mi portátil cual extensión de mi cuerpo se ha roto, bueno más bien ha echado las cortinas. En realidad intenté cerrar el ordenador sin darme cuenta que había dejado un bolígrafo dentro de el, así que cuando volví a abrirlo, me encontré con una pantalla negra, sólo se veía una esquinita de la fotografía de la misma.
Parecía el escenario de un teatro, con las cortinas cerradas y uno de los actores asomándose por ellas para ver a los espectadores.
Y este es queridos el motivo por el que he permanecido todos estos días sin escribir, eso y porque he tenido que lamerme las heridas, tomar aire y vuelta a empezar.
En realidad estaba intentando entender porque me había pasado esto del portátil, y creo que lo tengo, en realidad me han dejado unos días de silencio, para que pudiera decidir que nuevo personaje deseo interpretar en la obra que es mi vida.
Como llevo ya unas cuantas entradas desde 2017, no recuerdo si os he comentado que durante mis años de instituto fui parte del grupo de teatro del centro, IES Juan Sebastián Elcano. En los cuatro años que allí pasé interpreté y fui parte de unas 8 obras, di vida a alrededor de 12 personajes distintos y disfruté todos y cada uno de ellos.
Volviendo a estos años y viendo mi vida actual, me preguntó ¿Qué personaje me gustaría interpretar? Tras repasar las ofertas parece que esta vez me voy a decantar por el de directora, me apetece tomar la batuta y ser yo la que decida por dónde seguir en cada momento.
Manejar los hilos y cortar aquellos que me oprimen o me hacen daño, aquellos que se han quedado cortos o que ya casi no se pueden mover. A estos últimos les presentaré mis respetos y los dejaré descansar porque ya cumplieron su papel.
Y tras la despedida de aquellos que me atan a todo lo que ya he superado, subiré de nuevo al escenario para gritar: " Arriba el telón, empiezo a actuar o mejor a vivir".

domingo, 20 de octubre de 2019

Escoba en mano y a deshollinar



Contaré mi vida por sonrisas como dice Lennon aunque 
a veces no pueda evitar las lágrimas 
La semana pasada me despedía contando la sensación de haber sido una piscina desbordada, y que esa era otra historia. Pues la metáfora daba fe de la realidad, si lo pensamos somos como un gran embalse, no en vano nuestro cuerpo se compone de agua, principalmente, y cuando este se satura busca la salida natural para poder desahogarse. Que mejor en este caso que unos llantos y lágrimas para aliviar la tensión contenida.
Cambiar la mirada hacia los demás, como os comentaba, me ha llevado a sentir compasión por sus historias, cuidando muy bien que este sentimiento no rozara la pena, más bien es el de tratar de entender las vidas de los demás, leyendo en sus gestos y buceando más allá de sus palabras, porque hay una historia, un pasado que les ha llevado a estar ahí y comportarse de esta manera.

Es la sensación del que escudriña cuando le hablan, intentando desde el corazón estar en el lugar del otro sin olvidar el propio. Y ahí es cuando empiezan los malabares, porque intentamos estar en la conversación sin polarizarla, es decir, ni me dedico a culpabilizar al otro, lo cual me haría caerme hacia el lado de las víctimas, ni tampoco me culpo de todo yo, que entonces me balancearía hacia la parte del autocastigo.
Total que ante la dificultad y el estrés que me generaba, este torrente de emociones, un día decidí fluir, no os penséis que mucho, fue sólo un poco, que enseguida me recompuse y seguí atenta a mi conversación, oye y vi que seguía llevando el ritmo de la misma. Así que sonreí a mi interlocutor y me felicité a mi misma por lo bien que lo había hecho (esto en WhatsApp sería una carita sonriente y unas palmas batiendo).
Así que a la siguiente ocasión que tuve o de la que fui consciente, me estaba alterando, imaginé que tenía una escoba en la mano, ¿barro hacia dentro o barro hacia fuera? Mejor dejar soltar, me dije. y no hacer ni lo uno ni lo otro.
Y de esta forma me he ido acostumbrando a cuando puedo, y estoy en medio de la vorágine de palabras, buscar mi centro, está claro que es una tarea que requiere mucha práctica, y bueno que es la vida, sino, entre otras cosas, una sucesión de segundos, minutos, horas y meses en los que practicar y practicar hasta que nos sale bien, para luego aprender el siguiente paso.
De esta manera intento no quedarme con el balón, que se me hace muy pesada la carga, ni echarlos fuera que puede que le de a alguien, y no estaría bien.
Al coger la batuta, me viene a la cabeza la canción: Si yo tuviera una escoba, si yo tuviera una escoba.... cuantas cosas barrería.
Pues bien la tengo y además tengo las facultades para usarla, así que hoy la pongo en marcha y elijo sacar todas las cosas que ya no me sirven, y me dificultan la respiración, fuera de mi casa. Aunque como decíamos sin manchar al de enfrente y sin contaminar.
Es un domingo de otoño, un buen día para preparar bolsas con la ropa que ya cumplió su misión junto a mí, y a la que le esperan nuevas vidas de las que formar parte. De la misma manera que las hojas caen de los árboles, y estos no mueren porque esperan a la primavera, así decido empezar a cambiar mi armario, y claro si cambio la parte exterior, sólo puedo esperar a mi cambio interior.
 

domingo, 13 de octubre de 2019

Cuentas sencillas: 1+1 son 2

 
Agradezco cada palabra leída o 
escuchada que da sentido a mi existencia
Hay días como el de hoy, que tras madrugar y parecer que me iba a comer el mundo, bueno más bien el día, me entra un letargo, de esos que me obligan a sentarme en el sofá y dormeditar… palabra que uso cuando me pongo una meditación y termino cayendo en los brazos de Morfeo.
Estos días están siendo agitados, cargados de revelaciones, que unidas a mi sistema
a hormonal, me hacen sentirme como si viviera en un parque de atracciones. Y hasta aquí todo bien porque se supone que estos últimos están diseñados para dar entretenimiento a todos sin importar, la edad, las creencias, la raza o la ideología política.
La cuestión es como voy procesando cada una de estas experiencias, y la parte que más me está sirviendo es la de tomar perspectiva, la de poner distancia, en mi mente, a los acontecimientos. Sólo así consigo incorporar a mi estructura lo que está ocurriendo.  
Hace unas semanas charlando con mi amiga terapeuta, me decía que dónde yo veía caos y desorden, tal y cómo se lo estaba contando, ella percibía acomodamiento, y aunque con muchos acontecimientos todas las piezas a modo de Tetris se estaban encajando.
En una conversación de teléfono otra amiga me dijo lo mismo, prueba a ver la película desde lejos, así que 1+1 son 2, llevo unos días probando a hacerlo. 
De repente me he visualizado en el cine, observando los acontecimientos con perspectiva, evitando entrar en juicios y auto-justificaciones, y al pararme lo que parecían escenas sueltas a gran velocidad, han tomado la forma de un guion. El tomar conciencia y despertar debe ser lo más parecido a esto, lo único es que una vez tejidas las conexiones me vuelvo a incorporar, que no me quiero perder nada.
Descubrir que todos tenemos miedos y que además hacemos todo lo posible para ocultarlos, y que lo que para mi fue una contestación desagradable, sólo respondía a un déjame tranquila que no me apetece hablar con esta gente, y aún sin entenderlo, aunque fui consciente que esa respuesta no era para mí, sólo así pude percibir como la explicación de su forma de actuar me venía de la mano de otra fuente.
Y aunque esto pueda parecer enrevesado, en realidad es muy sencillo, le pedimos algo a una persona, esta nos contesta evadiendo, seguimos insistiendo porque no lo entendemos:  zasca que nos llevamos en toda la boca, dos opciones me voy ofendida machacándome con que soy una "ignorante" por no entenderlo, y eso es lo que he venido haciendo hasta ahora, o intento poner espacio. Eso mismo hice, así que por la tarde, estando todavía escocida, una persona me ofreció la clave. 
Cuando llegue a casa por la noche, todavía seguía dándole vueltas, hasta que dije: ¡Basta! ponlo a remojo, y no sabría decirte cuanto tiempo pasó hasta que vi la secuencia entera, desde el principio hasta el final: como mi insistencia había sido el detonante, de que manera me castigo siempre a mi misma cuando es algo de la otra persona, y cuanto poder otorgamos cada día a los demás, que podríamos emplearlo en nosotros mismos, y cómo cuando lo vemos, y aquí empieza la magia: viene alguien a darnos la solución, la pieza que nos faltaba. 
Y esto ha sido solo un ejemplo, de estas historias he tenido unas cuantas más en los últimos días, hasta me he sentido piscina desbordada.... Aunque esto lo voy a dejar para otro día porque hoy ya me he extendido mucho.
 

domingo, 6 de octubre de 2019

El porque de las cosas

Pasamos la vida intentando ofrecer un porqué 
suceden las cosas, buscando razones y justificando nuestras respuestas, como si fuera necesario que cada cosas que hacemos tuviera que tener siempre una coletilla, a veces son así porque son de forma simple y llana, sin más vueltas ni sombras de misterios ocultos por descubrir.

Porque quiero.
Porque lo deseo.
Porque me apetece.
Porque me sale así, de dentro.
Porque lo digo yo y punto.
Porque así se hacen las cosas.
Porque si.

Y juntando todos estos porqués llego a la conclusión de que no necesito seguir buscando motivos para hacer las cosas, sencillamente vivir, disfrutar y compartir es la mejor de las razones.
¡Gracias!
 

domingo, 15 de septiembre de 2019

Efemérides: 15 de septiembre de 2001/2019

Casualidad o no, hoy es domingo y me toca publicar, tal y cómo establecí en mi calendario a principios de 2019. Pensaba dejarlo pasar, entre otras cosas porque no tenía previsto quedarme en Cartagena, mis planes eran disfrutar de una comida en Madrid, junto a María, mi hija la mayor, celebrando su 18 cumpleaños.
Dana me ha sugerido que es mejor quedarme en casa, cancelando mi tren, que fuerte que tras esa primera decepción me encuentre con el autobús esperando para salir, también destino a Madrid, y en un intento de seguir con mis planes me diga el conductor que está completo.
Se acabó, si algo me va mostrando la vida es que uno está allí dónde le corresponde, que podemos forzar las circunstancias, aunque dos noes creo que son más que evidentes para hacerme cambiar de opinión.
Así que ahí va mi felicitación de hoy para María, en vez estar allí con ella, se la hago llegar de la otra mejor forma que se hacerlo: escribiendo.

Pues sí, el 15 de septiembre de 2001 cambió mi vida para siempre. A las 12:57 p.m., lista para la cervecita del aperitivo y tras el ángelus, nacía mi primera hija. Fue un parto suave y bonito, con los dolores y molestias normales, decir otra cosa sería mentir. Estuvo amenizado todo por un chiste que contó el ginecólogo a mi pregunta de : "¿Es morenita o rubia?".
Junto a mí, Ginés, el padre de la criatura, que también protagonizó su anécdota divertida a la entrada del paritorio, en fin que llegaste hija, un sábado, en medio de risas y alegrías, cómo a ti te gusta, y con un sentido práctico ante la vida.
El primer día lo recuerdo con una avalancha de gente, todos querían conocerte, abuelos, tíos, primos, amigas.... Y yo sin calibrar muy bien que estaba pasando, creo que no fui consciente de lo cansada que estaba hasta que nos quedamos solas. Tu te pasaste el día durmiendo y sin prisas. A un buen observador no se le hubiera escapado la serenidad que te caracterizaría después antes determinadas situaciones. 
A partir de ese día mi vida no volvería a ser la misma, porque una vez
que eres madre, tu mundo da un giro de 180º, nada vuelve a ser como antes. Da igual libros, consejos, aunque son de agradecer, y documentales... Abres un capítulo que cada día termina con un continuará....Los miedos se duplican y parece que en el mundo no hay red suficiente para mitigar sus caídas, y vives cada día pendiente de sus necesidades, hasta que un día te das cuenta que sus demandas han cambiado y aunque puede parecerte doloroso, tenemos la elección de cambiar nuestras relaciones con los hijos y adaptarnos a lo que va viniendo y crear nuevos puentes para acceder a ellos.
Y un día te plantean que es el momento de vivir su historia y fui a echarme a llorar mientras pensaba: " Para nada, adelante mi valiente, a escalar tu montaña y coronar tus cimas".
Y ese es mi regalo para hoy, no puedo estar contigo físicamente, aunque si lo hice estando hace 18 años en el sitio más importante que podía haber imaginado, abriéndote la puerta para llegar a este mundo, y que puedas mostrarte tal y cómo eres.
Bienvenida a la vida adulta, tu tendrás tu balanza de ventajas e inconvenientes, ya sabes que la mía se inclina generalmente hacia lo positivo de cada momento, aunque tu decides.
Muchas felicidades corazón, sigue siendo como eres y yo te prometo seguir un consejo que me diste así que: " ya si eso dentro de un año escribo enciclopedias".




domingo, 8 de septiembre de 2019

Vasijas de barro

Durante el último viaje me observé a mi misma fotografiando sin parar grandes vasijas, tinajas, que habían pertenecido a la cultura minoica, y que servían principalmente para la conservación de alimentos. Aunque no creo que fuera sólo por la parte histórica porque lo que me llamaran la atención, más bien era su tamaño. Me preguntaba, si yo no soy muy alta, y apenas veo los bordes ¿cómo harían para volcar su contenido? ¿lo extraerían con un cazo? ¿alguien habría caído en su interior intentando extraer la mercancía?
Así que imaginé a personas trabajando para la construcción de la misma, creando a conciencia unas paredes fuertes que puedan cumplir con su cometido y perdurar en la historia llegando a nosotros. Dejando así quizá de forma involuntaria un legado que nos permitiera imaginar como sería una parte de su vida.
En medio de estas cavilaciones me encontraba, cuando vino a mí la imagen de Ghost en la que Demi Moore no puede dormir y se levanta a trabajar, mientras sus pensamientos se agolpan sobre su mente, como si de una meditación se tratara, concentrada su mirada en el torno, empieza a mover rítmicamente sus manos, creando círculos, arriba y abajo.
En ese momento nada la hacia presagiar lo que se avecinaba, aunque algo la alejó del sueño a  medianoche, y en este momento de mi vida en el que tengo ese tipo de despertares, pienso en que puedo hacer yo para volver a dormirme, y ese algo que haga ¿servirá para los demás?
Igual tengo mucho afán de perdurar, fruto quizá de pertenecer a una ciudad tri-milenaria, dónde a cada paso que das puedes encontrar restos de una vida pasada, puede ser también por esa intriga que me despierta el saber cómo viven los demás, que hacen en su día a día, como solucionan la logística familiar.
Cuando el insomnio me visita decido abrir el ordenador, las notas de Gmail en el móvil o una libreta y me lanzo a escribir, empezando por mi propia vida, anotando los sueños que tengo para luego comprobar cómo se han hecho realidad, me encanta como las imágenes aparecen un tanto sin sentido y luego un año o meses después adquieren significado, hago listas interminables de cosas por hacer....
Atrás quedaron las noches de agobio en las que me repetía tengo que volver a dormirme, era un bucle innecesario y que en nada me ayudaba.
Y así poco a poco vuelvo a los brazos de Morfeo, a veces me ayudo también con las páginas de un buen libro, todo es válido para poder volver a dormir. 

domingo, 1 de septiembre de 2019

Memorias de una tortuga

Sois muy lentas, ¡vamos más deprisa! que no llegamos - Cada mañana la madre les recriminaba a las hijas lo que tardaban en desayunar, vestirse y estar listas para salir.
Ella ya levantada más de hora y media, estaba arreglada, bueno con la raya pintada, las medias puestas y encima la bata de casa, que se vestía en el último minuto para no arrugarse.
Y así casi sin ser consciente las hojas del calendario comenzaron a caer, y tras los días los años. Cada día se repetía el mismo ritual, las niñas sin más remedio, se habían acostumbrado a las prisas de su madre, porque ya no sólo era por las mañanas, sino durante todo el día.
La vida se había convertido para ella en una carrera de obstáculos, y eso que recordaba las penurias que en sus años de estudiante había pasado en la clase de Educación Física saltando las vallas, ahora pensaba, "sería la reina de la pista". 
Cada vez que repetía esa frase, solía pararse a tocar sus rizos, mientras se reía y decía para sí misma, "y no de la pista de baile", en ese momento una nostalgia la invadía y recordaba sus años de universidad. Enseguida cual maestra de magia, con su varita borraba el instante y se disponía a alguna de las tareas pendientes, porque no podía permitirse parar ni un segundo.  
Así fue transcurriendo todo, hasta que en medio de su despertar personal, un buen día amaneció en Lentas, una pequeña ciudad costera de Creta, cuyo nombre nada tiene que ver con ir despacio o tortugas, al contrario proviene de  la palabra griega Λέντας, León en inglés, y hace honor a la figura moldeada en la montaña y que protege la bahía. Aún así le hacía gracia jugar con las palabras, y total a ella le evocaba esa sensación.
Este era el segundo viaje de este tipo que hacía, y había decidido dejarse llevar por completo, de nuevo, por las cosas que acontecieran. 
Con está disposición afrontó que cientos de granos de arena decidieran envolverla mientras se dirigía al laberinto, no iba sola, tres compañeras caminaban junto a ella, y en un momento en el que el viento las abrazó, con tal fuerza, que casi las tumba, decidieron estrecharse unas junto a otras formando un caparazón, y al grito de formación tortuga avanzaron juntas hasta su destino.
Al día siguiente alguien le contó algo relativo a la tortuga abuela, y aunque ella sólo era capaz de pensar en la tortuga Manuelita (canción autora Mª Elena Walsh), que tantas veces le había cantado a sus hijas, en su interior algo le dijo que era un tema para investigar a la vuelta.
En esas estábamos, ya finalizado el viaje, cuando se percató de un elemento decorativo, en su salón,  que la había acompañado durante años, tantos como los que habían transcurridos desde que se fue a estudiar a Madrid, "más de 20 seguro" - pensó.

Recordó el momento en que se había encaprichado con ella, porque brillaba mucho y tenía fuerza, cómo se la habían regalado, aun siendo una pieza costosa de hacer, y de que manera en distintas casas había convivido y participado de su vida. Sintió un profundo agradecimiento por la persona que la creó y por su hijo que le hizo este regalo, con quien compartió un año muy bonito. Se trataba de una tortuga, hecha en arcilla que había resistido al paso del tiempo y la mudanzas esperando a tener su momento. Y ese día es hoy.
La observó y pudo apreciar su gran caparazón, de malaquita en la vida real, y de gran brillo en ella, compuesto por 37 surcos ( muy interesante este número de estudiar, es primo, y si lo multiplicamos por múltiplos de 3, esto es lo que obtenemos 37x3:111, 37x6:222, 37x9:333... y así sucesivamente hasta 37x27:999). Además pudo entender porque simbólicamente ha sido elegido el animal para guardar las memorias a la espera de ser recordadas. Su avance lento, aunque seguro, su paciencia, perseverancia y longevidad, la han convertido en todo un símbolo en muchas culturas, protagonista de cuentos y leyendas, hasta le da nombre a un técnica usada en lo colegios para el control de estímulos e impulsos.
Como no mencionar la fábula de Esopo "La Tortuga y la Liebre" y o el libro "Lo que la tortuga sabe"  de la autora Donna Denomme, que tan buenos ratos le dieron.
Y como muchas veces no somos conscientes de lo que tenemos encontró otra tortuga más en su casa, en la mesilla, pequeña y escondida tras los joyeros.
Imagen de la pequeña "tortuga abuela"
Sintió que era tiempo de devolver cada cosa a su lugar, de honrar las experiencias pasadas para así soltar y volver a empezar. Que cada historia tenía su capítulo y que al igual que la tortuga disponía de mucho espacio en su caparazón ella podía albergar con amor todos sus capítulos en el corazón para así poder contarlos cada semana y que aquel que se acercara a su blog también los conociera. Que esta sería su forma de interconectar su vivencia con la del mundo que le rodea, y que al igual que las tortugas guardan la historia hasta poder ser contada, ella también lo haría de forma paulatina, aprovechando este regalo que la vida le ha regalado desgranando cada semana una pincelada de quien es.
 

domingo, 25 de agosto de 2019

La importancia de identificarnos

Este es de esos momentos en el que nos sentimos que somos mayores y que tenemos respuestas para todo y claro la vida azarosa viene a recordarnos que estamos para aprender y que para nada tenemos las cosas bajo control.
Estando en una reunión de la que sólo participábamos mujeres, en ese momento, Susana, nuestra acompañante, nos preguntó con que diosa nos identificaríamos. En ese momento me quedé en blanco, volví por un instante al colegio y conté mentalmente cuantas compañeras tenía por delante para contestar antes de que me tocara.
Activé todos los mecanismos de mi memoria, repase la mitología griega y romana, y una tras otra fueron desvelando los nombres de las figuras femeninas algunas conocidas y otras no, vamos me repetía una y otra vez, vamos tienes que encontrar ese personaje con el que te sientes a gusto.... y no puede ser, una y otra vez venía a mi mente la misma imagen. 
Ya sólo quedan dos personas para que me llegue el turno y seguía con la misma visión, se acabó pensé cuando la chica de mi derecha estaba comentando como se sentía, lo voy a decir porque yo me veo así.
Cuadro pintado por Mª José Delgado Calín
Cuando todas las miradas se posaron en mi exclamé: "Pues yo me siento como la Sirenita", unas risas se oyeron en la sala, en ningún momento sentí que fueran de mofa y burla, al contrario me miraban expectantes, así que proseguí con la explicación, lo primero que hice, para no perder la costumbre,  fue disculparme por no haber encontrado otra imagen con más pompa, y luego les expliqué que yo me sentía feliz, porque estábamos bañándonos a menudo, y el agua me da vitalidad, que era como una niña descubriendo cosas nuevas y que disfrutaba cada día, que sentía que estaba superando barreras para avanzar en la oportunidades que me proponía la vida y bueno que esa era mi forma de explicarles aquello que sentía.
Seguimos con nuestra reunión y ahí quedó esta imagen. Al regresar del viaje y estando una mañana sentada con un buen café... Me vinieron a la cabeza dos palabras inglesas: Mermaid y Siren, que en español traducimos como Sirena.
Entonces, y por supuesto sin intención de hacer un estudio de filología, comencé a indagar en los distintos sentidos que podía tener cada una de esas acepciones y me quedé con lo que en esencia había querido decir ese día.
En el mar cuentan que habitaban muchas criaturas, unas serían leyendas, otras creaciones de la mente humana que necesita poner nombre y descripción a todo lo que vemos. Entre ellas aparecen dos con forma de mujer, claro que la historia ha sido contada por hombres y en un principio los marinos también sería hombres.
Las sirenas, mitad mujer mitad ave, han pasado a la historia, como bellos seres, que cantaban y con su voz hacían presagiar grandes desgracias ya que en la mayoría de las ocasiones arrastraban a los barcos hacia acantilados provocando naufragios. Y es que volvían locos a los tripulantes de las embarcaciones, aún siendo auténticos lobos de mar. 
Yo misma Bajo el Mar
Junto a ellas destacan otros seres menos conocidos por su nombre y que pertenecen a la historia del medio marino "las nereidas", que provienen del griego "nadar", son las ninfas que habitan "bajo el mar" y que acuden presurosas a salvar a los marineros cuando estos se hayan en apuros.
En ese momento en que pude fusionar todas las palabras y sus sentidos, me sentí plena porque de una forma, a lo mejor un tanto infantil, había descrito la figura con la que me sentía identificada.
Desde muy pequeña me he sentido muy cómoda en el mar, estoy nadando desde que tengo uso de razón y de alguna forma en mi caminar por la vida me siento como esa ninfa que acude presurosa al rescate cuando la necesitan. Unas veces lo haré con mayor tino que otras aunque siempre ahí dispuesta a saltar contra viento y marea para resolver la cruzada que tengamos ante nosotros. Una veces me involucraré hasta la médula, otras te daré un número de teléfono, otras será una sonrisa, sea como sea ahí estaré.
Y que relajación sentí cuando por fin lo pude entender, como los niños cuando resuelven un puzle que les ha tenido en vilo, sólo que ellos no sienten la zozobra que experimentamos los adultos, ellos confían en que el tiempo va dando las respuestas y de que todo llega en su momento. Y dicho todo esto recordé que ya hace dos años publiqué el Romance y leyenda entre un pirata y una sirena. Que ahora os invitó a volver a leer.


domingo, 9 de junio de 2019

Diario de un viaje en tren

Foto tomada desde mi asiento
Bueno pues tantos meses pensando en como organizar los viajes que tenía programados y que me depararían y ya están terminados.
El tren ha sido el protagonista de los dos, porque ha sido mi medio de transporte elegido.
Además de trasladarme me ha dejado más de dos horas de charla en el vagón de la cafetería, que en los últimos viajes se ha convertido en mi segundo asiento. Lo que da de sí un zumo de piña..... Y mientras charlábamos de Objetivos de Desarrollo Sostenible, de investigación y de cosas de la vida, nos adentrábamos en tierras manchegas, dónde el paisaje se viste de llano, amarillos y zonas de pinos. Allí donde mi corazón le recuerda a mi mente tan buenos ratos y Vínculos hechos, los lugares dónde, primero en  Los Chospes y luego en Casas de Lázaro, mi grupo se ha convertido en el de jóvenes con mucha experiencia y dónde luego nuestros niños han crecido y jugado, se han caído y levantado.
Como parte de ese paisaje aparecen los molinos
de viento. 
Estampa manchega con los actuales molinos
Pues bien allí dónde Don Quijote sólo veía "desaforados gigantes" ahora otros ven progreso, innovación, energías renovables, y yo sigo viendo los molinos de un buen amigo, las tierras de una compañera de piso y los viajes en el coche familiar, de tantos puentes de la Constitución, con las niñas preguntando queda mucho.... 
Y entonces cierro los ojos y me traslado un montón de años en el tiempo cuando cada verano viajábamos en familia a Galicia para pasar el mes de agosto. Esas interminables catorce horas o más en coche sin aire acondicionado y juegos entre hermanos. Dos eran nuestros favoritos: adivinar la provincia de origen de los coches con los que nos cruzábamos, entonces cada uno llevaba sus dos letras identificativas y a imaginarnos la historia de vida de cada viejecito en bicicleta al que adelantábamos. Esta era sin duda la parte que más me gustaba, los vislumbraba por la espalda e inventaba por las ropas a que se habían dedicado y hacia dónde iban a esa hora. Maestros, agricultores, ganaderos, comerciantes para cada uno teníamos un oficio y un destino. A veces nos saludaban al pasarlos y yo pensaba si supiera que le hemos creado toda una historia. Así que bueno aunque de forma anónima fueron protagonistas durante una hora de la imaginación de unos niños que van de viaje y hoy les devuelvo su lugar escribiendo sobre ellos.
Creo que me he dormido, me despierto y prosigo porque después de un tren va otro. Y así va pasando la vida, entre viajes y experiencias por contar.

Líquidas convergencias (Fuenlabrada)
 Destino de ese día: Madrid, a una jornada técnica,  como empieza muy temprano decido viajar la tarde de antes, eso me permitía disfrutar de una horas de cena y desayuno con una amiga. 
También me ha brindado la oportunidad de conocer Fuenlabrada, de la que me sorprendió: su ambiente y una bonita fuente, en la que peces metálicos de distintas especies confluían entre sí como en una hora punta de cualquier ciudad. No sabemos como la apreciarán los lugareños, aunque yo no puedo resistirme a mirarlos, que para eso nací en el Mediterráneo. Hace un tiempo escribía sobre la posibilidad de nadar contracorriente y para ello elegía una trozo de papel de regalo que fue el que me inspiró A contracorriente (os dejo el enlace porque es de 2017).  Y tal y como dice el título, hay una segunda historia que contar aunque esa la reservo para la próxima semana.

domingo, 2 de junio de 2019

Un corazón de piedra

Al hilo de la entrada publicada la pasada semana sigo buscando frases que tengan una connotación en general negativa y que podamos transformar en nuestra versión alegre y positiva.
Elijo la expresión tener el corazón de piedra, puedo ponerme en situación y entender el porque de la misma, ya que si hablamos en sentido literal el corazón es un músculo, sano pero necesita acción, como cantaban Los Ronaldos, allá por los ochenta largos. Con esa premisa podemos deducir que si no ejercitamos este órgano se irá endureciendo y encogiéndose hasta hacerse chiquito y casi no recordar cuál es su misión.
Más allá de dar una clase de anatomía y funcionamiento del cuerpo humano, que sería la base estricta y formal de las utilidades del corazón, prefiero fijarme en el uso que de forma cotidiana hacemos de él, porque para empezar, hasta le hemos atribuido una forma para expresar el amor, aceptada y reconocida por todos, y que es muy distinta a la que en realidad tiene.
Su función sí es indiscutible, es vital y de la misma forma que en sentido fisiológico, aquí si hay una correspondencia con lo que de verdad hace y las similitudes expresadas por la literatura, historia, psicología, espiritualidad y otras tantas disciplinas.
Cuando nos dan una buena noticia decimos que se nos llena el corazón y verdaderamente respiramos y bombeamos la sangre con más fuerza, por el contrario una mala noticia nos achica y nos hace sentir un dolor que nos atraviesa desde fuera hacia las profundidades de nuestro interior. Si nos sentimos atraídos por una persona toda la química se pone en marcha en nuestro cuerpo, produciéndonos reacciones como cosquilleo, deseo y por supuesto una sonrisa en nuestra cara difícil de borrar. Por el contrario un desengaño amoroso produce que nuestro corazón se endurezca y reaccione ante los estímulos que van llegando, hasta el punto de que una sola de estas desilusiones puede pesar más que la dicha de las emociones positivas. 
Y así cada tropiezo nos va dejando una huella, cada piedra en el camino se convierte en una cicatriz, y muchas de estas pueden llevarnos a que este músculo alegre y pleno se torne duro y gris. Y es ahí dónde curtidos en mil derrotas decimos que la vida nos ha llevado a tener un corazón de piedra.
Pues a desmontar mitos que toca y os hablo desde mi experiencia personal y que mejor que hacerlo con un documento gráfico.
El verano pasado en la arena me tropecé con un objeto duro, tras soltar sapos y culebras por la boca, ya que mis deditos de los pies se resintieron, bajé la vista y descubrí esta piedra.
No me pude resistir y me agaché a recogerla, cual fue mi sorpresa cuando descubrí en ella la forma de un corazón, hasta con su válvula de entrada como podéis apreciar.
La recogí pensando que estaba ante una señal, frente al mar, con lo que eso reaviva, y encontrar esta hermosa figura, tenía que ser sinónimo de algo bueno. Me la llevé conmigo y tras unas semanas decidí tenerla en la oficina. Así podría acariciarla en los momentos de respira hondo antes de mandar a alguien hasta el infinito y más allá, y así lo hago y funciona. Su tacto suave, porque seguro que el mar, el viento, la arena y quien sabe si otros dedillos o patitas, han pasado sobre ella, dejando su superficie lisa y agradable al tacto.
La uso también cuando tengo que crear y por supuesto a la hora de tomar una decisión, porque este corazón no es sólo una piedra, me devuelve a la naturaleza, al origen y me demuestra una vez más que no todo lo que decimos y asumimos tiene que cumplirse al pie de la letra. 

domingo, 26 de mayo de 2019

Un paseo celestial

Tocar el cielo con las manos, ¿Puede el cielo alcanzarse? ¿Podemos elevar tanto las manos que nos parezca que alcanzamos lo más alto? ¿Qué nos puede producir en esta vida tanta satisfacción? A veces es conseguir una buena nota, que la persona que nos gusta nos dedique una mirada u hoy en día un mensaje de WhatsApp, una buena noticia en el ámbito profesional, los resultados negativos de una prueba médica o por el contrario un positivo transformado en dos rayas rosas que confirman un embarazo, y así podríamos hacer una lista interminable de motivos por los que alcanzar el firmamento.  
Una vez que llegamos a él, si de verdad pudiéramos tocarlo, ¿Qué haríamos? ¿ Amasar las nubes, como si de harina se tratara entre nuestras manos? Como soy golosa mas bien me imagino un gran algodón de azúcar, esponjoso que se deshace al intentar moldearlo, escapando de las formas convencionales, para proseguir su camino en libertad. 
Porque de eso se tratan las caprichosas formas de la nubes, de instantes efímeros que nos reportan felicidad mientras son mecidos por el viento, daros cuenta que diferencia entre ser barridos y la palabra que he utilizado. La primera mecer, nos transporta a los cálidos brazos que arrullan a un bebé, la otra barrer nos hace sentir que sobramos, es algo que hacemos para eliminar la suciedad. Imagino que dependiendo de cómo me siento utilizaré una forma u otra.
Prosigamos nuestro viaje, una vez alcanzadas las nubes, si nuestra mano siguiera avanzando ¿Qué creéis que haría? En mi caso lo tengo claro, llegaría a las estrellas y me las puedo imaginar o como galletas de canela, que me encantan, o como pequeños botones de contacto que al ser rozados por mi dedo índice se encienden e iluminan nuestra noche más oscura. Pueden mostrarnos un camino o acompañarnos en ese momento especial tumbados en la playa, aportando la luz justa para ver esa silueta que se adivina tumbada en la arena, uhm puedo sentirlo.
En ese paseo estelar sorteamos las pequeñas luminiscentes, porque una vez arriba si ya tenemos el cielo a nuestros pies, se trata de continuar sin hacernos daño mutuamente. Y puestos a pedir queremos un sendero porque el que avancemos de forma cómoda, en el que podamos conocer otras formas de vida, y así poder despertarnos para comenzar un nuevo día.
Porque para pasear entre las nubes no hace falta estar soñando, podemos experimentarlo en cada una de las situaciones que vivimos transformando los elementos a nuestro antojo y disfrutando del momento.
Y ¿Qué pasará cuando vengan nubarrones? Pues para eso podemos comprarnos un chubasquero y ver cómo resbalan las gotas que caen, y si después de chispear, llueve, para ese momento buscaremos una tabla salvavidas; los hay que dispondrán de barco, si este es grande, a lo mejor nos puede dar cobijo. Y si pillamos una corriente de aire tan fuerte que diluvia y se forma una cortina de agua que nos impide ver más allá, entonces la apartaremos con la mano para ver a través de ella, que no se puede, como no hay mal que cien años dure, en algún momento parará, oye y si esta historia no me gusta pues la cambio que para eso es la mía.
Este es el poder de las palabras, los dichos y la forma de entender la vida, son en sí mismos, todos estos elementos tan fuertes, que una vez comprendemos su poder tendríamos que sentirlos dos veces antes de dejarlas y dejarlos escapar de nuestra boca y pluma.

domingo, 19 de mayo de 2019

Deshaciendo capas

Esperando a ser guardadas
Toca salir del letargo del invierno, adentrada ya la primavera y a un mes del verano, es tiempo de desprendernos de las capas que nos recubren y protegen para dejarnos ver. Es el momento de poner tu piel al sol recibiendo el brillo que los rayos nos dejan, abrazándonos como una madre a su bebé.
Es tiempo de decirle adiós a ese grueso poncho, bajo el que pasamos tantas horas y que nos sirvió de parapeto de los vientos fríos, entendiendo estos como las corrientes de aire aunque también pueden ser palabras que nos hirieren o que nosotros así las sentimos.
Acostumbrados a caminar cubiertos con el respaldo que la manta nos confiere, mostrarnos tal cual somos se nos hace cuesta arriba, aceptar cada surco y montículo se convierte en un ejercicio valiente, visualizar sin juzgar cada día la imagen que nos devuelve el espejo, es el primer paso para aceptar quienes somos y que el tiempo pasa a nuestro favor.
Convertir nuestro cuerpo en un templo es la frase de moda hoy en día, ¿Qué significa realmente eso?
Si durante todo este tiempo hemos trabajado nuestra mente y corazón ¿Qué sucede con el envoltorio? En este mar de incertidumbres me he bañado durante mucho tiempo, a veces desistía en la idea y me dejaba arrastrar a la orilla para quedar varada en la arena, otras simplemente me mecía en las olas subiendo y bajando, y de repente un día vislumbro la isla en el horizonte y siento la necesidad de nadar hacia ella. Es tiempo de descansar bajo la sombra de una palmera para volver a encontrar mi playa. Ese lugar dónde cada uno de nosotros podemos regresar a descansar, tomar aire y continuar.
Recostada en la orilla contemplo todo lo que me rodea, cangrejos que avanzan a la par que retroceden, y pienso en los humanos que en ocasiones caminamos así, un gran paso hacia adelante, sentimos vértigo, volvemos un poquito hacia atrás, y otra vez hacia adelante.
Observo a los ermitaños, siempre con su casa a cuestas, es su única posesión, su tesoro y no quieren abandonarlo, les protege, les da seguridad y por ello no les pesa llevarla. Cuidan de su concha porque forma parte de ellos mismos y con cierta melancolía vuelvo a al cuerpo físico y en la piel veo el envoltorio con el que conviviremos hasta el final y me pregunto como cuidarlo cada día más y venero cada centímetro de la piel y su función protectora. Así vamos poco a agradeciendo todo lo que nos cubrió y que hoy se hace innecesario, porque somos perfectos en si mismos.
He tardado mi tiempo en aceptarlo tal y cómo es, todavía hoy de forma inconsciente lo olvido, aunque y cada vez con más frecuencia lo voy controlando. Sí lo soy y con esa frase que me devuelven mis labios en el espejo, pongo en valor cada centímetro de más de mi misma, sabiendo que irán bajando cuando comprenda que no hay nada que cubrir.
Y es entonces cuando vuelvo a ese primer día de playa en el que llegamos mirando a todos sitios completamente blancos y nos enfrentamos a las miradas de los demás, y descubro que somos nosotros mismos los que las dotamos de vida, asignándoles nuestros propios miedos y prejuicios. Y es hoy cuando digo se acabó no necesito arroparme de más.

domingo, 12 de mayo de 2019

Aguas estancadas

Al comenzar 2019 y tras pasar el mes de enero, planificando el año nuevo, me hice el firme propósito de escribir cada semana, tenía que elegir un día y los domingos me parecieron los más adecuados porque marcan el final o el inicio de una nueva oleada de días o cómo queramos verlo.
Manos a la obra comencé en febrero y he ido publicando cada día del señor, reflexionando sobre cuestiones de mi día a día, a veces uniéndolas con el momento que se celebraba a mi alrededor, otras tan sólo contando mi experiencia.
Y así llegamos al domingo pasado, 5 de mayo, en el que además se exalta la figura de la madre, y claro como soy hija y madre, por ese orden, me tomé el día de asueto y no publiqué nada. 
Mi sorpresa fue cuando una amiga, muy querida por mí, Sony,
Foto tomada por alguno de mis compañeros de viaje en Irlanda en  
el Pozo de Santa Brígida (Kildare).
me pregunto: - Mery, ¿tu blog?. 
En ese momento no supe que decir, aunque me emocionó el Whatsapp, porque esto que yo hago para mí adquiría también un sentido para los demás. Cada vez que publico las respuestas que recibo son alimento para el alma, así que como es domingo, me pongo en faena con un nuevo retazo de mi historia que es la que comparto con todos vosotros.
Para hoy he elegido el significado de "aguas estancadas". El fin de semana pasado estuve en contacto con el mar, donde las aguas fluyen y se renuevan a cada instante, cada ola que llega a la orilla viene con un nuevo brío, con una onda diferente, con una espuma propia, permanece junto a nosotros un instante nos refresca, y a continuación vuelve a marcharse en busca de otras orillas o nuevas historias que contar.
Del mar que es el hermano grande, he pensado en los ríos, que corretean buscando huecos para seguir siempre hacía adelante, y casi imposible volver atrás, avanzan en una única dirección, dónde el pasado no importa.
Y de ahí me he ido a las aguas que se quedan atascadas en un determinado punto, se clavan en el hueco de una roca, se acomodan en el margen de un camino y permanecen ahí hasta que se secan o alguien les abre la puerta a seguir.  Esta comparación me lleva a los pensamientos que tenemos las personas, la mayoría de ellos pasan en microsegundos, dando paso a otros, unos nos llevan a la acción, otros sin embargo los dejamos correr, ¿Qué sucede con los que no evolucionan en ninguna dirección? Y se quedan ahí, segundos, horas, días, años, se enquistan y se convierten en parte de nosotros. A veces estos son los que nos producen enfermedades y malestar, porque hace tiempo que debieron salir y no lo han hecho.
Están tan solidificados que en el punto dónde se han quedado crean una muralla que hace imposible el avance, el paso de otras corrientes e ideas se convierten en una aventura de escalada similar a la del muro de "Juego de Tronos" porque no pueden franquear la estructura compacta que hemos consolidado. 
Es entonces cuando el fuego del dragón hace posible que se resquebraje la estructura, ¿y quienes son esos dragones? Pues a pesar de estar condenados por la literatura, y verlos como una amenaza, yo voy a lanzarles una mano amiga. Al igual que defienden castillos también podemos tenerlos a nuestro favor para volar sobre sus lomos y con fuego romper las barreras que nos hemos auto-creado. Es cuestión de cambiar el cristal con el que los miramos.
Pues en este proceso estoy, en reconocer que se me ha estancado dentro para poder eliminarlo del todo, hace un par de años ya tuve que recurrir a una ayuda externa que abriera cual soplete un hueco para limpiar, espero que esta vez no sea necesario, y si lo es bienvenido sea, porque no estamos solos en esta aventura.
Además que sepáis que las aguas densas, saben dónde pararse, generalmente en nuestro talón de Aquiles, en el punto que tenemos más débil. Porque es ahí dónde encuentran el espacio para quedarse y hacerse fuertes, dónde nuestros miedos se convierten en gigantes que cual molinos de agua nos acechan y volviendo de nuevo los términos de las figuras literarias, los molinos son construcciones en los que gracias a la fuerza motriz del agua podemos desde moler el cereal a producir electricidad.
Con esto quiero decir que siempre podemos invertir los términos de la ecuación para cambiar el resultado. 
Dónde pensábamos que no había salida, podemos encontrarla, todo depende de la manera en que  decidamos abordarlo y de la perspectiva que le demos.  Así que manos a la obra, a la masa o cómo os sintáis más cómodos y a cavar los túneles por los que el agua vuelva a correr y siga su camino. Yo ya estoy con el cubo y la pala preparada para hacer los pasadizos del castillo, serán oscuros y a veces húmedos aunque te garantizo que siempre hay una luz al final del camino . ¿Te animas?

domingo, 28 de abril de 2019

Un poquito de silencio



Sábado por la tarde desde mi sofá, intento ponerme al día con Juego de Tronos, haciendo una épica sentada, mientras viajo de reino en reino, compartiendo aventuras con todas las familias.
Y en ese momento comienza el bingo en mi barrio, se celebra en la plaza y podemos participar todos los vecinos. Casi sin avisar arranca, generalmente, conducido por una voz femenina que empieza a decir los números poco a poco.  Van saliendo el 55, cinco, cinco, el 68, seis, ocho y así hasta la primera pausa porque han cantado línea, comprueban la misma y los siguientes números hasta que alguien canta el bingo. Entre la línea y el bingo se oyen los murmullos de uy! cuando ya se acerca el final.
Imagino el recipiente en dónde residen todas las bolas con sus cifras marcadas y esperando para salir tras cada movimiento del bombo. Tras muchos años escuchándolo y, confieso que algunos participando, me doy cuenta que aún estando los números parece que hay algunos a los que les gusta destacar más que a otros, yo diría que el 15, el 13, 5 o el 45 salen casi siempre, o a lo mejor es que me gustan especialmente y me siento bien escuchándolos. Lo que no cabe duda es que queramos o no el sonido de la voz de la persona que canta los números penetra en nuestros hogares. 
Y entonces.... ante la imposibilidad de concentrarme en la serie, apago la tele y me abandono a imaginar que todas esas bolas con números somos nosotros esperando a que alguien nos nombre para salir. Pasamos gran parte de nuestra vida esperando que alguien nos abra una puerta por la que acceder al mundo, y cuando salimos allí ¿Qué nos sucede? Que nos sientan y esta vez en fila y por orden, porque mientras permanecemos en la gran esfera podemos relacionarnos unos con otros, girar, bailar, a veces ni salimos en toda la partida y no pasa nada. Tenemos un nombre y habitamos el mundo.
Una vez fuera nos espera una gran hilera de huecos dónde nos acomodan, y que a modo de un patio de butacas nos sientan a esperar. A veces tengo la sensación que la vida se nos pasa así, como si de una gran película se tratara y en la que pasamos por ella como espectadores.
Y entonces me acuerdo de La Rosa púrpura de El Cairo y empiezo a imaginarme como sería el mundo si algunos protagonistas de ficción pudieran salirse de las películas, y me voy a Orgullo y Prejuicio, ¿Qué haría yo si Mr. Darcy abandonará la película y fuera a buscarme? Pues probablemente lo seguiría, viviría un poco de la época y volvería enseguida a mis comodidades del siglo XXI, y si Denys (Robert Redford) ¿Me invitará a lavarme el pelo en África? Pues a riesgo de sufrir tirones y que me entre jabón en los ojos me dejaría, claro que luego pensaría en el ecosistema y volvería de nuevo a mi cuarto de baño. Y si yo fuera Claire y Jamie me propusiera conocer las Highlander… pues me tienta aunque creo que prefiero ir a verlas ahora que esta todo tranquilo sin batallas entre familias.
Buscamos mil y una historias fuera de nosotros que nos diviertan, cuando uno mismo puede divertirse mucho consigo mismo.
Y llegado a este punto termina el bingo y además he quitado la tele, con lo que me recuesto en el sofá y le digo a la vida gracias por lo que tengo y sobre todo por este ratito de silencio.

domingo, 21 de abril de 2019

Retazos de Semana Santa que habitan en mi alma

A lo largo de estas entradas he mencionado recuerdos e imágenes de cuando era una niña. Para hoy Domingo de Resurrección no tenía previsto nada, tan sólo fluir como en las otras ocasiones.
Aunque no cabe duda que es un día especial, los cristianos católicos celebramos que el hijo de Dios resucitó de entre los muertos, para enseñarnos que hay una vida plena tras una etapa de dolor y sufrimiento. Y trasladado eso a mi ciudad, tenemos toda una Semana Santa cargada de procesiones y actos que rememoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

En este momento cierro los ojos y me traslado a casa de mis padres y empiezo a recordar como era la Semana Santa. Arranca el domingo de burrica, esa procesión es la de las palmas, salíamos por la mañana a comprarlas, noto su tacto áspero y su profundo aroma, las llevamos a bendecir y por la tarde a la procesión. "Quien no estrena el domingo de Ramos no tiene ni pies ni manos", así que ese día siempre teníamos preparado algo. A veces unos calcetines, bastaban para cumplir con la máxima.
Lunes Santo, que nervios, ese día ya tocaba procesión, comprar los caramelos, ir al estanco de Rojas a por las postales de la Piedad, intentar dormir la siesta para estar descansadas por la noche y las horas que no pasaban, a las ocho de la tarde ya la merienda cena, una tortilla francesa en bocadillo o pechuga de pollo empanada. Enseguida a vestirnos, los pantalones a media pierna y ese día tranquilos porque sí o sí eran guantes y calcetines blancos. Y llegaba el momento de salir, tocaba ponerse "el mocho", nombre con el que se conoce a la prenda que cubre la cabeza de los nazarenos, y con el que siempre me pillaba el pelo.
Mi hermana y yo salíamos con mis vecinos del tercero y sus primos, Juan Pedro, Toñi, Rosi, Emilio, Chesca, Loli, Pedro, Ascen y a veces también se unían amigas. Cargados con las varas nos íbamos todos juntos al callejón de Bretau, íbamos siempre acompañados de un mayor, que al llegar allí nos decía: "todos juntos, y si os perdéis al entrar a la Iglesia buscar a Pepe, el hermano vara", entonces no teníamos móviles, dejar a los niños era un verdadero acto de Fe, los veías un par de veces durante el recorrido y casi siempre para reponer caramelos. En eso jamás he sido tacaña, los he repartido a puñados, porque si la gente esperaba para vernos pues había que darles lo que teníamos, además mi madre nos decía: "Repartirlo todo y que no vuelva nada a casa". Las postales las guardaba para mis profesoras y los conocidos, que luego le contaban que me habían visto y que bien educada estaba que les había dado de todo.
La entrada a la Iglesia merece una mención más que especial, incienso y flores, vuelven a inundar
mis sentidos, que emoción y nervios, desde que ponía los pies en la nave central podía sentirlos, así como el ruido de los tambores, que retumbaban dentro de la Iglesia: poropom, pom, popom…. Y las puertas de Santa María se abrían durante 10 días para que pudiéramos salir, la bajada por la rampa, el toc-toc de las varas y ya estábamos en la calle.
Del lunes recuerdo los momentos de la Salve frente a la Iglesia de la Caridad, el parón y por consiguiente cansancio de los niños a la altura de la Calle del Duque, y el deseo de llegar a la Iglesia y volver a cantar la Salve, esta ya para recoger la procesión y ver pasar el piquete militar.
En la vuelta a casa nos hacíamos las remolonas con la vara, y para compensar unos churros con chocolate, a veces en Chamonix (Puertas de Murcia) y estoy intentando recordar otros sitios, creo que la cocina de mi casa sería el más probable.
Como no parar un momento para tras el ruido de los tambores y la emoción del momento, sentir la suela de los zapatos pegada al suelo, claro, tiene su lógica repartíamos caramelos y volvíamos pegajosos, al día siguiente tocaba raspar las suelas para no manchar el suelo de casa.
Ya estamos en Martes Santo, el encuentro de los tres Santos, la bajada del Santiago por la cuesta, todo un espectáculo que emoción, ya de más mayor recuerdo verla desde dentro del Gobierno Militar con mi hermana que iba a ver su novio. Y el San Pedro desde el Arsenal, al escuchar el discurso por el que se le permitía salir en procesión, siempre pensaba que a lo mejor ese año llegaba a tiempo para que no lo arrestaran al día siguiente, claro es que tenía un pase de pernocta militar.
Ya tengo que mencionar a San Juan, que saliendo desde el Parque de Artillería completaba la procesión.
Para el Miércoles Santo, tengo el recuerdo de las empanadillas o agujas de carne que me compraba mi abuela para ver la procesión desde el balcón de su prima Conchita en la calle Serreta, en ese momento me parecía larguísima la procesión, la Santa Cena, y claro es que salían pocos niños repartiendo caramelos.
El Jueves Santo amanecía y nos levantábamos muy tarde porque luego teníamos el encuentro de madrugada. Aunque primero esa noche teníamos la procesión del Silencio, me impactaba la forma en que se apagaban todas las luces y los escaparates al paso de la procesión, una inmensa paz que hacía presagiar lo que estaba por llegar, es en esa quietud dónde nos encontramos en el estado idóneo para dejar fluir las decisiones y que se cumpla lo que está escrito.
Muchos de estos jueves también los hemos dedicado a saber que pasaba en La Unión, con el Cristo de los Mineros y en Cabo de Palos, aunque me cuesta salir del terruño estos días.
Nervios porque la madrugada se va acercando, es la noche más larga para una madre y un hijo, porque uno como adulto puede asumir sus decisiones, aunque para una madre, aún siendo quien es, duele y mucho. Esta noche se convierte en todo un símbolo para los niños porque es nuestra primera salida nocturna, mi padre llenaba el Renault 12 de varas y nazarenos apretujados camino de la Pescadería aunque está limpia para la ocasión, se puede sentir el olor a mar y sus habitantes. Es desde allí de dónde saldremos en procesión, atravesando todo el barrio de Santa Lucia, acompañados de saetas y camino del Encuentro con la Madre. Nuestro Padre Jesús Nazareno, es el titular de la Cofradía Marraja, y una gran marrajo a sus pies le acompaña en el trono.
Una pequeña nota, el tiburón mako, marrajo común o de aleta corta es una especie, parecida al tiburón, que abunda en el Mediterráneo.
Otra nota más, para aguantar la humedad y mantenerse despiertos, nuestros mayores beben laguenas, una mezcla de anís seco y vino dulce, pienso en que ganas tengo de hacerme mayor para probarlo.
La llegada a la plaza del Lago es todo un acontecimiento, que buenos recuerdos me trae el bar Puerto Rico, cuantas limonadas he tomado allí con el abuelo Pepe, mientras el disfrutaba de su café y el periódico.
Una vez finalizada la procesión toca dormir todo el día para reponer las fuerzas, nada mejor que un buen guiso de albóndigas de bacalao,  hecho por mi abuela Maruja, para entrar en calor, según me voy haciendo mayor, me cuesta más trabajo despertarme para comer y me digo a mí misma que si alguna vez tengo hijos no los despertaré.
De la procesión del Viernes Santo, recuerdo que mirábamos siempre el cielo, que muchas noches parecía querer cerrarse como la Noche oscura del alma. De esta bonita y solemne procesión recuerdo el Santo Sepulcro, fue la primera postal que le escribí a mi padre, con mis recién aprendidas letras y de él también recuerdo la seguridad con que nos decía: "si llueve, trajes hacia arriba, les dais la vuelta como si fueran capas sobre vuestros hombros y os refugiáis en un portal que yo os busco y os recojo, no importa lo que tarde, me esperáis".
En muchas procesiones cartageneras podéis encontrar las popularmente conocidas como "las
manolas", son las damas que visten de teja y mantilla y que devotas acompañan a la Virgen durante su recorrido. Un año tuve la oportunidad de sentirme como ellas acompañando a la Magdalena junto a mi madre. Ya se que no es una Virgen, aunque es cada vez más aceptada su importante figura junto a Jesús y la propia María.
Tras esta larga y emotiva noche, amanecemos en el Sábado Santo, ese día por fin abren los comercios y toca correr a por repuestos para la procesión de la Veracruz, la Confitería de San Vicente en la calle correos nos salvó en muchas ocasiones de salir de vacío, recuerdo sus cristaleras repletas de bolsas surtidas y los sepulcros, unos caramelos grandes y alargados que reservamos para nosotros los nazarenos.
La llegada del Domingo de Resurrección marcaba el final de esta gran semana, una procesión que de niña la recuerdo siempre con campañas tiñendo de alegría el ambiente y el bullicio de una ciudad que todo lo celebra de noche y ahora tiene el color del día. Todos los pasos me gustan, aunque me emociona especialmente el trono de Los discípulos de Emaús cuya banda va tocando Pescador de Hombres, la canción favorita de misa de mi tía abuela.
Y los años fueron pasando, parece que todo sigue igual, evidentemente la representación de la historia se repite siempre, la que ha cambiado es la protagonista. Aunque de sentir marrajo, de capirote pude cumplir mi sueño junto a la Cofradía Blanca, en el Cristo de la Resurrección, así estaba escrito y ahora su corazón rojo, se tiñe de lila, morado y blanco según van pasando los días.
Porque no podía faltar aquí la mención al Cristo del Socorro viacrucis con el que arranca la Semana Santa de España, desde luego la de Cartagena si, y por supuesto la ofrenda floral del Viernes de Dolores, en el que puntada a puntada mi suegra nos deja además de su buen humor y cariño unos trajes patrimonio familiar, estos se unen a los de terciopelo hechos por mi abuela y que cada año recrean en el comedor de mi madre un pequeño almacén semana santero.
Este año cuando ya pensaba que sabía mucho de esta semana de Pasión, he aprendido una nueva palabra y veréis porque ha sido.
La lluvia nos ha acompañado como yo nunca recordaba, tres días seguidos sin procesiones, así que junto a la pena de no disfrutar los desfiles pasionales, afloraban los sentimientos de alegría por lo que la bendición del agua suponía para este sediento campo de Cartagena.
Pues bien el Viernes Santo asistí al Vía Crucis que celebramos en el interior de la Iglesia, recreado en 14 estaciones y hoy leía con incredulidad el comunicado del Resucitado, porque ellos ante la imposibilidad de salir nos invitaban al Vía Lucis, porque Jesús ha resucitado.
Al principio pensaba se trataba de un error, más no era así y lo explicaba en la iglesia el sacerdote, se denomina de esta forma porque iniciamos un camino de Luz. Que curioso, porque estamos siempre acostumbrados al camino de la cruz y vemos el despejado y nos da hasta miedo ponerle nombre.
Así que queridos míos que predomine la alegría y la luz en este camino que hoy emprendemos.