domingo, 9 de junio de 2019

Diario de un viaje en tren

Foto tomada desde mi asiento
Bueno pues tantos meses pensando en como organizar los viajes que tenía programados y que me depararían y ya están terminados.
El tren ha sido el protagonista de los dos, porque ha sido mi medio de transporte elegido.
Además de trasladarme me ha dejado más de dos horas de charla en el vagón de la cafetería, que en los últimos viajes se ha convertido en mi segundo asiento. Lo que da de sí un zumo de piña..... Y mientras charlábamos de Objetivos de Desarrollo Sostenible, de investigación y de cosas de la vida, nos adentrábamos en tierras manchegas, dónde el paisaje se viste de llano, amarillos y zonas de pinos. Allí donde mi corazón le recuerda a mi mente tan buenos ratos y Vínculos hechos, los lugares dónde, primero en  Los Chospes y luego en Casas de Lázaro, mi grupo se ha convertido en el de jóvenes con mucha experiencia y dónde luego nuestros niños han crecido y jugado, se han caído y levantado.
Como parte de ese paisaje aparecen los molinos
de viento. 
Estampa manchega con los actuales molinos
Pues bien allí dónde Don Quijote sólo veía "desaforados gigantes" ahora otros ven progreso, innovación, energías renovables, y yo sigo viendo los molinos de un buen amigo, las tierras de una compañera de piso y los viajes en el coche familiar, de tantos puentes de la Constitución, con las niñas preguntando queda mucho.... 
Y entonces cierro los ojos y me traslado un montón de años en el tiempo cuando cada verano viajábamos en familia a Galicia para pasar el mes de agosto. Esas interminables catorce horas o más en coche sin aire acondicionado y juegos entre hermanos. Dos eran nuestros favoritos: adivinar la provincia de origen de los coches con los que nos cruzábamos, entonces cada uno llevaba sus dos letras identificativas y a imaginarnos la historia de vida de cada viejecito en bicicleta al que adelantábamos. Esta era sin duda la parte que más me gustaba, los vislumbraba por la espalda e inventaba por las ropas a que se habían dedicado y hacia dónde iban a esa hora. Maestros, agricultores, ganaderos, comerciantes para cada uno teníamos un oficio y un destino. A veces nos saludaban al pasarlos y yo pensaba si supiera que le hemos creado toda una historia. Así que bueno aunque de forma anónima fueron protagonistas durante una hora de la imaginación de unos niños que van de viaje y hoy les devuelvo su lugar escribiendo sobre ellos.
Creo que me he dormido, me despierto y prosigo porque después de un tren va otro. Y así va pasando la vida, entre viajes y experiencias por contar.

Líquidas convergencias (Fuenlabrada)
 Destino de ese día: Madrid, a una jornada técnica,  como empieza muy temprano decido viajar la tarde de antes, eso me permitía disfrutar de una horas de cena y desayuno con una amiga. 
También me ha brindado la oportunidad de conocer Fuenlabrada, de la que me sorprendió: su ambiente y una bonita fuente, en la que peces metálicos de distintas especies confluían entre sí como en una hora punta de cualquier ciudad. No sabemos como la apreciarán los lugareños, aunque yo no puedo resistirme a mirarlos, que para eso nací en el Mediterráneo. Hace un tiempo escribía sobre la posibilidad de nadar contracorriente y para ello elegía una trozo de papel de regalo que fue el que me inspiró A contracorriente (os dejo el enlace porque es de 2017).  Y tal y como dice el título, hay una segunda historia que contar aunque esa la reservo para la próxima semana.

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