domingo, 1 de septiembre de 2019

Memorias de una tortuga

Sois muy lentas, ¡vamos más deprisa! que no llegamos - Cada mañana la madre les recriminaba a las hijas lo que tardaban en desayunar, vestirse y estar listas para salir.
Ella ya levantada más de hora y media, estaba arreglada, bueno con la raya pintada, las medias puestas y encima la bata de casa, que se vestía en el último minuto para no arrugarse.
Y así casi sin ser consciente las hojas del calendario comenzaron a caer, y tras los días los años. Cada día se repetía el mismo ritual, las niñas sin más remedio, se habían acostumbrado a las prisas de su madre, porque ya no sólo era por las mañanas, sino durante todo el día.
La vida se había convertido para ella en una carrera de obstáculos, y eso que recordaba las penurias que en sus años de estudiante había pasado en la clase de Educación Física saltando las vallas, ahora pensaba, "sería la reina de la pista". 
Cada vez que repetía esa frase, solía pararse a tocar sus rizos, mientras se reía y decía para sí misma, "y no de la pista de baile", en ese momento una nostalgia la invadía y recordaba sus años de universidad. Enseguida cual maestra de magia, con su varita borraba el instante y se disponía a alguna de las tareas pendientes, porque no podía permitirse parar ni un segundo.  
Así fue transcurriendo todo, hasta que en medio de su despertar personal, un buen día amaneció en Lentas, una pequeña ciudad costera de Creta, cuyo nombre nada tiene que ver con ir despacio o tortugas, al contrario proviene de  la palabra griega Λέντας, León en inglés, y hace honor a la figura moldeada en la montaña y que protege la bahía. Aún así le hacía gracia jugar con las palabras, y total a ella le evocaba esa sensación.
Este era el segundo viaje de este tipo que hacía, y había decidido dejarse llevar por completo, de nuevo, por las cosas que acontecieran. 
Con está disposición afrontó que cientos de granos de arena decidieran envolverla mientras se dirigía al laberinto, no iba sola, tres compañeras caminaban junto a ella, y en un momento en el que el viento las abrazó, con tal fuerza, que casi las tumba, decidieron estrecharse unas junto a otras formando un caparazón, y al grito de formación tortuga avanzaron juntas hasta su destino.
Al día siguiente alguien le contó algo relativo a la tortuga abuela, y aunque ella sólo era capaz de pensar en la tortuga Manuelita (canción autora Mª Elena Walsh), que tantas veces le había cantado a sus hijas, en su interior algo le dijo que era un tema para investigar a la vuelta.
En esas estábamos, ya finalizado el viaje, cuando se percató de un elemento decorativo, en su salón,  que la había acompañado durante años, tantos como los que habían transcurridos desde que se fue a estudiar a Madrid, "más de 20 seguro" - pensó.

Recordó el momento en que se había encaprichado con ella, porque brillaba mucho y tenía fuerza, cómo se la habían regalado, aun siendo una pieza costosa de hacer, y de que manera en distintas casas había convivido y participado de su vida. Sintió un profundo agradecimiento por la persona que la creó y por su hijo que le hizo este regalo, con quien compartió un año muy bonito. Se trataba de una tortuga, hecha en arcilla que había resistido al paso del tiempo y la mudanzas esperando a tener su momento. Y ese día es hoy.
La observó y pudo apreciar su gran caparazón, de malaquita en la vida real, y de gran brillo en ella, compuesto por 37 surcos ( muy interesante este número de estudiar, es primo, y si lo multiplicamos por múltiplos de 3, esto es lo que obtenemos 37x3:111, 37x6:222, 37x9:333... y así sucesivamente hasta 37x27:999). Además pudo entender porque simbólicamente ha sido elegido el animal para guardar las memorias a la espera de ser recordadas. Su avance lento, aunque seguro, su paciencia, perseverancia y longevidad, la han convertido en todo un símbolo en muchas culturas, protagonista de cuentos y leyendas, hasta le da nombre a un técnica usada en lo colegios para el control de estímulos e impulsos.
Como no mencionar la fábula de Esopo "La Tortuga y la Liebre" y o el libro "Lo que la tortuga sabe"  de la autora Donna Denomme, que tan buenos ratos le dieron.
Y como muchas veces no somos conscientes de lo que tenemos encontró otra tortuga más en su casa, en la mesilla, pequeña y escondida tras los joyeros.
Imagen de la pequeña "tortuga abuela"
Sintió que era tiempo de devolver cada cosa a su lugar, de honrar las experiencias pasadas para así soltar y volver a empezar. Que cada historia tenía su capítulo y que al igual que la tortuga disponía de mucho espacio en su caparazón ella podía albergar con amor todos sus capítulos en el corazón para así poder contarlos cada semana y que aquel que se acercara a su blog también los conociera. Que esta sería su forma de interconectar su vivencia con la del mundo que le rodea, y que al igual que las tortugas guardan la historia hasta poder ser contada, ella también lo haría de forma paulatina, aprovechando este regalo que la vida le ha regalado desgranando cada semana una pincelada de quien es.
 

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