lunes, 20 de enero de 2020

El lugar que habitas

Tras la firme apuesta de volver a los ruedos, hecha a modo de declaración institucional en Luces y acción y la elección del bastón de mando y las características del personaje principal, esta entrada la voy a dedicar a los escenarios que elegimos o aquellos entre los que transcurre nuestra vida que a modo de reloj del tiempo va cayendo grano a grano, hasta que llega un momento que toma velocidad y vemos cómo se escurre a toda prisa.
De la casa a la oficina, pasando por el coche y viceversa, así transcurre mi día a día, hasta que me paro a analizar el lugar dónde estoy y sobre todo a saber si ese es realmente mi sitio.
Lo primero que hago es sentir si de verdad estoy dónde debería estar, y la respuesta que viene a mi cabeza es un sí, condicionado este a: un bueno depende, a veces si y a veces no. ¿Qué hace que se de esta condición? Pues la mayoría de veces, mi emoción, la forma en que afronto la vida es la que hace que se cumpla esta afirmación.
Como empecé a enamorarme de mi casa, es una historia digna de ser contada, en principio este no era para nada el lugar y el destino elegido, quería vivir más en el centro, en lo que yo consideraba era la zona apropiada para estar, y llegue a vivir en ese lugar que soñaba, de alquiler, dejando pasar la oportunidad de comprar una casa para reformar, precisamente allí, aunque todo esto tiene una explicación.
De jovencita vivía en esa zona céntrica, y como mis amigas vivían en otros barrios, deseaba poder acercarme más a ellas, dependía de autobuses y de sus horarios, así que formulaba deseos del tipo, me gustaría vivir más cerca, mi vida hubiera sido distinta.... Si alguien me hubiera contado en ese momento: cuidado con lo que piensas o afina en tus deseos que se cumplen, esta película tendría hoy otro nombre. 
La cuestión es que tras pasar por tres casas, llegue a la que actualmente habito, un lugar que linda con la zona que deseaba en mi juventud, aunque no en mi edad adulta. Rondé la zona unos años antes, y como no me decidí, tuve un periplo de compras, ventas y alquiler, para finalmente acabar dónde soñaba con 16 años. Ahora esto me sirve para decirle a mis hijas formular bien vuestros deseos porque a veces una nota discordante puede llevarte mucho tiempo que suene bien.
En los primeros años y con tres bebes, no tenía tiempo de sentirla mía, era un techo y punto. Ese sentimiento se mantuvo durante mucho tiempo, los mismos que deambulaba como un fantasma solo concentrada en horarios, actividades extraescolares, deberes, comidas y cenas. El sillón era territorio comanche, juguetes, muñecas, todos campaban a sus anchas, los programas de la tele una prolongación de Disney Channel, y así cada día hasta el momento del click, ese en el que te descubres en el espejo y decides que tu también cuentas, y empiezas a ver el lugar en el que habitas con todas sus posibilidades.
Y descubres cada rincón y las posibilidades que ofrece, te olvidas un tanto de la ubicación exterior, porque las paredes que te rodean empiezan a importarte. Con las habitaciones de las niñas convertidas en sus reinos, empiezas a ordenar estanterías de las zonas comunes, primero porque tienes una cantidad de papeles inservibles, luego porque te ayudan a liberarte de opresiones, escuchas de la boca de un amigo: "cada mudanza equivale a un incendio" y por supuesto yo no quiero llegar a ese punto así que manos a la obra para darle un nuevo uso a lámparas, libros y demás objetos que me han acompañado durante este periplo.
Miras con otros ojos ese mantel, que antes casi no se distinguía bajo una pila de no se que... para descubrir que tiene un color que te encanta, y es en ese momento cuando siento que no necesito más metros, que amo cada losa y cada centímetro de pared, porque es el lugar que me da cobijo y es el hogar sobre el que estoy escribiendo mi historia junto a mi familia. Que me ha costado varios capítulos entenderlo, aunque creo le he pillado el truco. No tengo claro que sea mi casa definitiva, tampoco lo era cuando empecé a buscar piso, lo que si sé es que es el sitio desde donde escribo: mi presente. Y que hoy en día disponer de estos metros es un regalo de agradecer.
Para finalizar no quiero dejar pasar mi agradecimiento a los vecinos del tercero B sin los que la vida en el vecindario, y en general, no sería la misma.
 

1 comentario:

  1. Mi casa ha ido perdiendo precio desde el día siguiente al que la compramos, pero desde que llegasteis ha ganado valor. Una suerte tener tan cerca a gente a la que de verdad quieres. A los que hemos cambiado de casa más que de camisa, nos cuesta cogerle cariño a las paredes, por eso nos centramos en amar a la gente que la convierte en hogar. Feliz de ser tu vecino del tercero. MUAC.

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