domingo, 10 de marzo de 2019

Alli donde nace la igualdad


Esta es la historia de un árbol grande y frondoso, ya desde semilla tuvo la gran suerte que el hermano viento lo dejará caer sobre un fértil terreno. Allí madre tierra le proporcionó un lugar donde alojarse y echar raíces. La lluvia y el sol hicieron su trabajo para que tuviera suficiente alimento y así poder crecer. Estaba llamado a ser el gran jefe por su tamaño. 
En esto se encontraba cuando se acercaron a él un grupo de pequeños que buscaban un lugar cómodo dónde sentarse a merendar, eligieron este sitio por la sombra que los cobijaba así como por el alegre colorido que tenía a su alrededor. El árbol escuchó esta parte y pensó: ¿a qué se refieren estos chicos? Hasta donde yo me conozco soy verde, marrón y proyecto un perfil negro y estilizado. En ese momento decidió mirar hacia abajo y descubrió que a su alrededor había un sinfín de pequeños arbolillos de diferentes tonalidades y formas: amarillos, rojos, violetas. Tenían una base que a simple vista parecía frágil, aunque parloteaban sin cesar todos ellos felices porque se aproximaba el buen tiempo y la luz los acompañaría. Esperó a quedarse a solas con estos seres que crecían en gran cantidad a su alrededor, a su vez volátiles, y al mismo tiempo decididos a seguir hacia adelante en su expansión.
Hola- tronó la voz del árbol, mientras dejaba caer algunas de sus hojas y bajaba las ramas a la espera de una respuesta.
Las flores pararon de hablar y miraron hacia arriba, unas con sorpresa, otras con temor, sólo se atrevió a replicar una de ellas.
Hola árbol, que bien que nos saludas. Hace mucho tiempo que te rondamos y hoy nos has visto. Y eso que no somos invisibles, pues ya ves cómo inundamos los prados, somos cientos de miles, las que cada año nacemos, formamos parte de este lugar al igual que tú y otros árboles.- dijo la lavanda con tono sereno.

¿Cómo es que no os he visto antes? – el tono del árbol seguía denotando perplejidad.  
Quizá porque siempre has mirado en una dirección.- respondió una campanilla que de puro nervio se agitaba como si un huracán la estuviera persiguiendo.
El árbol se quedó pensativo un rato y seguía sin salir de su asombro. Entonces, prosiguió, igual que sois arriba también estaréis bajo tierra.
Claro- se atrevió a decir una amapola, tenemos raíces al igual que tú y necesitamos del agua y el sol para crecer. Sólo que en una proporción diferente.
La charla entre ellos continuó, las flores también le preguntaron al árbol cómo podía aguantar tanto peso cada día, él les respondió que porque era fuerte y que su estructura estaba preparada para ello. Ellas le contaron que recibían la visita de las abejas que eran las encargadas de transportar sus semillas, y al oír esto al árbol le vino a su centenaria memoria un recuerdo.
Un momento, cortó la conversación ¿me estáis diciendo que todos venimos del mismo lugar? Que nuestro origen es un pequeño fruto y que dependiendo de las circunstancias nacemos y nos criamos de forma diferente.
Así es- respondieron al unísono las flores.
Y ese fue el momento en el que el árbol sintió que daba igual el tamaño, la clase y el color, que a veces es cuestión de azar dónde uno cae, de la misma forma que hombres y mujeres provenimos del mismo sitio. Es al crecer dónde comienzan las diferencias. Estas pueden convertirse en un obstáculo insalvable o aprender a tomar partido de ellas y crecer apoyándonos unos a otros. Es en las diferentes perspectivas con las que observamos las cuestiones, debido a causas biológicas al principio y culturales más tarde, dónde tenemos la riqueza para la construcción de un mundo mejor. 
Contribuyamos a ello devolviendo la dignidad a cada ser humano sin importar género o raza.

1 comentario:

  1. Preciosooo!!!. Darnos cuenta de lo diferente, enriquecernos con el otro y a la inversa para tener un abanico de posibilidades. Poeque en definitiva todos somos uno.
    Genial! Gracias.

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