jueves, 27 de julio de 2017

El sendero

Tras la tempestad viene la calma, dicho popular aplicado a periodos de actividad frenética, en las que si no paramos, tranquilos, vendrán, alguien o algo, y nos sacarán la tarjeta roja a modo de alto.

En estos momentos que estoy en el banquillo, evidentemente no por decisión propia, me digo a mi misma ¿es necesario ver el rojo para detenernos? ¿no sería más fácil seguir las señales y hacer un alto en el camino sin caer extenuados?

Que todos venimos a esta vida con un plan previo trazado es algo que cada vez tengo más claro, el como lo ejecutemos es algo personal y depende en gran medida de nuestra libertad y decisiones propias.

Por eso me emociono cuando, ahora, en plena crisis de valores y con un sistema social en transición, que oscila desde la visión más tradicional a las nuevas miradas, me pregunto si no deberíamos aprovechar todo lo aprendido para vivir de forma plena y con sentido, entendiendo éste último desde una perspectiva metafísica y corporal.

Me explico, además de llenar nuestra cabeza de discursos y lecturas, buscando un porqué,  llenar nuestro cuerpo de olores, notas o sabores. Se trataría de un intento por alcanzar el equilibrio: cultivo mi mente a la vez que mi cuerpo disfruta.

Y esto me vino cuando tras romper una ola frente a la orilla, fotografié mis pies, y descubrí que tras el alboroto una estela a modo de camino se insinuaba ante mí. Y tal y como la imagen muestra y casi por inercia uno de mis pies se adelantó al otro a modo de paso.

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