miércoles, 8 de noviembre de 2017

Cada día se aprende algo nuevo, a veces hasta dos















  • Café y tostadas de mantequilla, ahora cambiado por un té verde y pan integral con aceite.
  • Ducha.
  • Ropa elegida la noche anterior complementos incluidos, esto me asegura utilizar todas la bisutería del cajón y no llevar siempre los mismos pendientes, pulseras y anillo.
  • Perfume, fiel desde hace más de una década a Narciso.
  • En semanas alternas ejerzo de choferesa, eso me asegura mi rato de los 40 principales, el resto de los días Kiss FM.
  • Fichar y charlita con una compañera
  • Ordenador/teléfono/ordenador/Visita/teléfono/ordenador/comentario del día/ un poco de risas/ordenador/fichar otra vez.
  • Etc., etc.....
Y así podría seguir con la lista de las cosas que hago cada día y que se repiten a modo de pequeños rituales. Todos estos actos me ayudan a mantener mi zona de confort segura y tranquila.

Hace ya un tiempo sentí la necesidad de incorporar nuevas cosas, entre ellas escuchar una canción que me haga bailar recién levantada. Así que me puse manos a la obra y cada día elijo una diferente aunque casi siempre son letras conocidas que me permiten cantar y en ocasiones evocar recuerdos muy divertidos. Si por las mañanas voy un pelín deprisa la escucho por las noches, y como algunas son en inglés pongo el vídeo con la letra y práctico un rato. Confieso que esto me obliga a escucharlas dos veces, una para ejercitar el oído y la otra para sentir.

También hace unos meses que incorporé el agradecimiento consciente a mi día a día, no sigo un esquema fijo, a veces lo hago durante el momento concreto, en ocasiones preparo una larga lista de cosas que quiero agradecer despacio y cómo merecen y otras es un simple GRACIAS antes de quedarme dormida.

Hasta aquí tenía interiorizadas algunos de las cuestiones que hoy se han planteado en la charla Vivir con Alegría de Estrella Piqueras, y gracias a lo escuchado voy a integrar dos nuevos momentos, el del ejercicio mariposa, muy sencillo y que nos permite abrir cada día nuestros pulmones para RESPIRAR mejor, y creedme de esto se trata: de tomar oxígeno y soltar en cada exhalación aquello no queremos. Y la de hacerme una lista de logros, intentaré rememorar a ratitos la emoción que sentí en esos momentos. Entendiendo que en absoluto es una vuelta al pasado sino un sentir que sí se puede. Algunos no serán divinos de la muerte, en ese caso recordaré como se transformaron en oportunidades.

Para empezar os contaré el que se me ha venido hoy a la mente durante la charla; tenía 8 años y era verano, como cada año en el mes de julio acudíamos a los cursos de natación de la piscina municipal. Ese año para concluir el curso hicieron una competición con distintos clubes locales y regionales, y ahí estábamos todos los niños nerviosos y deseosos de saltar al agua.

Comenzaron las eliminatorias por edades y en todas me fui clasificando, con el tiempo justo, pero me colaba para la siguiente. Así durante un par de días hasta que me vi en la final. Mis monitores, Eduardo, Julián y Antonio, seguro que había más pero he nombrado a los que recuerdo, iban uno por uno animándonos, ya que competíamos con niños que entrenaban durante todo el año, creo que me dijeron que disfrutara y esas cosas.

Recuerdo como salté y empecé a nadar crowl como sino hubiera un mañana, veía los cuerpos de los otros nadadores, íbamos muy reñidos, seguí sin parar, recordando respirar pocas veces para no perder tiempo, y en un momento dejé de ver a los demás porque tocaba pared, había llegado. Cuando levanté la cabeza, vi a mi monitor listo para sacarme del agua y decirme enhorabuena eres medalla de bronce... Me supo a oro, jadeando levanté la cabeza a buscar a mis padres en la terraza de arriba y ver como me aplaudían.

Tuve poco tiempo para reponerme el justo para volver al agua porque también nadaba la prueba de espalda. Así que feliz y soñando con mi medalla me coloqué y al oír el pitido me impulsé hacia atrás, ahora si que no veía a nadie, sólo nadaba manteniendo el punto fijo para no torcerme mucho, al comprobar que me aproximaba me giré para ver la distancia y vi sólo agua en dos calles. No me dio tiempo a pensar, seguí nadando todo lo fuerte que pude hasta que sentí la pared.

Lo había vuelto a hacer, me había colado el pódium, de nuevo medalla de bronce.

La entrega de los metales fue un sueño, yo no tenía albornoz del club, así que me dejaron una camiseta y allí estaba yo con mi bañador de competición y mi señal roja en la frente de lo apretado del gorro,  los ojos rojos del cloro y de la emoción supongo, .lo había conseguido. Confié en mí y no pensé solo nade, por eso gané, y es que en la vida a lo mejor no tenemos que pensarla tanto sólo vivirla. Tengo dos medallas de bronce, un sueño cumplido y un abrazo muy fuerte que recibí de todos.

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