Erase una vez hace muchos años una reina que ascendía la colina hacia su
castillo, derrotada y cansada, tras librar una gran batalla, en su rostro podía
leerse el dolor tras la gran pérdida de muchos hombres, vidas, sin un motivo
claro. Y es que los propósitos que a veces tenemos claros pueden tornarse en
duda con un solo chasquido de dedos.
La reina al paso por las calles se vio sometida al escarnio público,
mujeres con el rostro abatido por la ira y el dolor se agolpaban tras las
ventanas, junto a ellas niños pequeños que miraban hacia su soberana con
inquietud y temor, marido y padre se habían marchado para siempre ¿qué sería de
ellos en el futuro? Habían creído en ella, confiado y seguida y ahora tornaba
sola sin mucho más que ofrecer que un cobijo seguro para ellos en el castillo.Ni siquiera, autoestima y confianza les podía ofrecer, porque ella
misma la había perdido, se había quedado atrás, enredada en la maleza,
escondida en una trinchera.
Las 6:30 am, un despertador
devuelve a nuestra protagonista al mundo de los vivos, todavía adormilada se
incorpora e intenta recordar el sueño que ha tenido esa noche, antes de
olvidarlo corre hacia su libreta dónde su mundo onírico se ordena en páginas.
A cada palabra siente un gran
escalofrío que recorre su espalda, y es que si ha podido sentir el dolor de esa
mujer a la vuelta de una batalla, ahora puede reconocerse en cada una de las
palabras que está escribiendo.
Siente que el regreso es de
cualquiera de las situaciones que nos rodean cada día, ni siquiera tiene porque
ser la peor, muchas veces esos pequeños roces se amontonan y el más liviano nos
hace caer, los rostros de las mujeres se convierten en sus frustraciones que
acumula cada día en su vida de adulta y los niños son esos deseos de niña que
sean quedado en el tintero. El ascenso al castillo se convierte en esa empinada
cuesta que nos lleva hacia el interior, hacia nuestro yo más profundo, al lugar
donde lamer nuestras heridas y prepararnos para salir de nuevo.
Sabe que tras cada letra se
esconde una metáfora, vive en el siglo XXI, donde las luchas además de ser un
conflicto armado en diferentes partes del planeta, son las batallas de los hombres
y las mujeres consigo mismos. Y es que muchas veces, los miedos, las creencias,
el cómo nos vemos a nosotros mismos se puede convertir en nuestra más poderosa
arma de destrucción.
El cómo salimos es una elección
personal, podemos hacerlo temerosos y a hurtadillas por la puerta trasera con
una coraza, podemos elegir cerrar ventanas y compuertas para que no vuelvan a
dañarnos o abrir bien todos los rincones para dejar que entre el sol y la brisa
fresca.
Bonita reflexión.
ResponderEliminarMe apunto lo de "dejar que entre el sol y la brisa fresca " para aplicarlo en cuanto consiga desatascar esa ventana...